Hasta la edad de 3 años, no sólo son frecuentes las rabietas infantiles, sino que, además, resultan muy difíciles de calmar. Para lograrlo, hay que actuar con astucia...
- Actúe de manera que parezca que cede, peor siga haciendo lo que usted cree que debe hacer. Su hijo creerá que ha ganado,y usted conseguirá un poco de tranquilidad.
- Sorpréndalo atrayendo su atención sobre otro tema: "¡Oh! ¡En el jardín hay un hipopótamo verde, ven a verlo!". Por regla general, la curiosidad puede más que los gritos. O bien, mírelo fijamente a los ojos y prohíbale que se ría. Pocos niños pueden resistirse ante esa divertida prohibición.
- Marque unos límites: en la pastelería no se puede elegir más que un caramelo; en lugar de un bollo, hoy toca comer un panecillo... ¡Manténgase firme! La próxima vez costará menos (quizá) que lo entienda.
- La rabieta infantil es la expresión de un sentimiento violento e importante, que puede significar frustración, rabia, etc. Si no consigue calmarlo, deje que grite y se revuelque por el suelo; evite mirarlo, pero, eso sí, esté alerta. Parará de golpe. Trate de "capear el temporal", aunque ello resulte más difícil si están con otras personas.
- Envíelo a su cuarto hasta - y para - que se tranquilice. Cuando note que está más calmado, llámele.
- Nunca se burle de un niño (aunque esté en plena rabieta). Intente razonar con él. Si no sabe qué hacer, ignórelo o intente hablar de otra cosa.
- Exprésele sus propios sentimientos; si se siente exasperada, dígaselo, intentando al mismo tiempo conservar la calma. Aunque sea pequeño, su hijo entenderá que se pueden albergar sentimientos contradictorios, sin que ello signifique que ya no lo quiere.
- Si nota que se va a enfadar de verdad, explíquele cuál es la causa de su enfado.
- Una vez haya pasado la crisis, abrácelo, háblele dulcemente y ayúdele a reencontrarse a sí mismo. No insista demasiado sobre lo que acaba de suceder.