Tanto que me gustaba (y me gusta!!) leer los partos de las demás, hoy soy yo quien explica el suyo. Mi tercer hijo. En este caso, después de dos varones, una nena. Cumplida, con 40+4. Esperábamos el parto hacía semanas porque sus hermanos se habían adelantado, pero la nena no quería salir aún.
El miércoles cuando fui a buscar a los niños al cole, dando un largo paseo, noté cómo mojaba bastante, pero nada escandaloso. El resto del día estuve expectante porque no sabía si podía ser la bolsa o no, ya que el líquido podía confundirse con flujo líquido. Hice todo tipo de movimientos a ver si así salía más, pero no. Sólo salía muy poco, muy de vez en cuando, por lo que decidí esperar a ver si la cosa cambiaba: o empezaban contracciones, o rompía la bolsa bien rota. Pues no pasó nada de esto. Así que esperé la noche y nos fuimos a ver a la comadrona después de dejar los niños al cole. Me dijo que fuera a urgencias porque ella no tenía manera de saber si era líquido o no. Nos fuimos muy tranquilos, la doctora dudaba que fuera la bolsa, porque esa mañana no había mojado nada aún, pero cuando llegó con la prueba nos dijo que nos quedábamos y empezábamos la inducción. Uf! Qué mariposillas me recorrieron el cuerpo. Había llegado el momento. Eran las 11,00h.
Me pusieron antibiótico por llevar tanto rato la bolsa rota y oxitocina. Monitorizada inalámbrica, me dejaban pasear por el pasillo, beber agua o zumos. Pero aquello no me hacía nada y empezaron poco a poco a subir el gotero. A las 15,00h las contracciones empezaron a notarse, pero eran totalmente soportables por lo que dije que no a las varias ofertas de epidural. Quería un parto lo más natural posible (pese a la oxitocina) y de momento me veía valiente para continuar con mis planes. Las comadronas me decían que la cosa sería para largo porque me veía muy sonriente. ¡Es que estaba feliz! Y sólo me molestaba el momento álgido de la contracción, pero en cuanto pasaba, me incorporaba a la conversación distendida que mi santo maridín estaba teniendo con ellas. De hecho, a las tres se fueron a comer las dos comadronas y me dejaron a cargo de otra comadrona que andaba por allí con otra chica. Pues nada, que la cosa fue aumentando, aumentando y cuando dije: quiero empujar, es que la cabeza ya salía (a eso de las 15,45h). Me coloqué en la cama y por poco no les da tiempo a llegar y prepararlo todo porque yo, sin poder ni querer evitarlo, ya estaba empujando y mi niña estaba saliendo. Y mientras las veía corriendo a todas abriendo instrumental, colocándome la cama, los estribos. Bueno, un show. Si no me hubiera dolido tanto, me hubiera estado riendo, seguro!.
El caso es que pude empujar y notar, vivir, sentir todas las partes del cuerpo de mi niña. Noté a la perfección cómo llegaba su cabeza, cómo salía, luego los hombros, su cuerpecito y brup-brup, el resto. Me la pusieron encima y estaba caliente, muy calentita. Estuvo tres segundos que no dijo nada pero enseguida la movieron y lloró. Fue genial. Rapidísimo. Dolorosísimo pero muy intenso. Grité desgarradoramente, pero sabía que era muy poco lo que me quedaba por sufrir porque cuando las contracciones me empezaron a doler ya sabía que me quedaban minutos. Y luego, en el expulsivo, sabía que sólo eran segundos. No me hizo falta episotomía. Me pusieron sólo dos puntos pero no me han dolido en ningún momento (solo al ponerlos, ay!) porque casi no hacían falta.
Ahora estoy estupendamente, las dos lo estamos. Pesó 3,860 Kg y midió 51 cm. He tenido el parto que he querido (o casi). Tengo a la niña más guapa del mundo. Y sus hermanos están felices y orgullosos igual que estamos sus papás.
La única pena que me dio es que como todo fue tan rápido, nervios por todos lados, nadie hizo caso a mi cordón y lo hemos perdido. Me hacía muchísima ilusión donarlo y poder ayudar a otros niños con esta aportación, pero no ha podido ser.
Mi niña es buena, buenísima. Se enganchó al pecho en el minuto 1 de vida y ahí sigue. Hace sólo dos días que nació por lo que aún no me ha subido la leche, pero no creo que tarde por los chupetones que me mete mi niña.
Pues eso, que estoy más feliz que una perdiz
