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Feministas a favor del aborto confiensan que existe el síndrome postaborto

Última respuesta: 29 de agosto de 2006 a las 21:56
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29/8/06 a las 2:47


En 1993, el Movimiento Manuela Ramos y el Population Council publicaron el libro Desde las mujeres. Visiones del aborto. Nexos entre sexualidad, anticoncepción y aborto. La primera de estas dos entidades es un grupo feminista del Perú que está a favor del aborto y de los anticonceptivos; la segunda, es una organización de similar ideología que tiene su sede en Nueva York y que se dedica a promover el control demográfico, sobre todo en países en vías de desarrollo, incluyendo los de América Latina. Las autoras del libro son las feministas Rosario Cardich y Frescia Carrasco.

El propósito de este libro, tal y como se afirma en la Introducción, es "entender el sentido que tiene este hecho [el aborto] para las mujeres que abortaron, el lugar que ocupa en su biografía, en su percepción de sí mismas". Desde las mujeres se hace eco, según se lee en la Presentación, del "Programa Regional de Salud Reproductiva de The Population Council [el cual] ha estado comprometido, desde sus inicios en 1988, con la investigación sobre el aborto". Como en el Perú el aborto es ilegal, la investigación se ha basado en el aborto clandestino y el impacto que éste ha tenido en sus usuarias. Concretamente, las autoras plasman en esta obra el resultado de sus investigaciones con mujeres que abortaron clandestinamente en Lima, la capital peruana, donde "se estima...una tasa de abortos de 221 por cada mil nacimientos vivos" (p. 9) y que han experimentado dificultades después del aborto que se hicieron practicar.

El método básico de investigación consistió en entrevistar "a 50 mujeres que abortaron voluntariamente en servicios médicos privados en el período de un año previo a la entrevista. Las entrevistas fuerto hasta cierto punto estructuradas, y se desarrollaron teniendo una guía de preguntas que cubrían aspectos tales como sus relaciones de pareja, percepción de sí misma, del embarazo, de la maternidad, del aborto en general; la explicación o justificación del aborto" (p. 11).

De las 50 mujeres entrevistadas, la más joven tenía 17 años y la mayor 46 (p. 17). "Una gran mayoría, 41 mujeres, se consideran católicas (82%), aun cuando muchas remarcaron el hecho de no ser practicantes" (íbid.).

Lo curioso es que estas autoras, ambas feministas y psicólogas (p. 14), admiten que las dificultades que han experimentado estas mujeres a raíz del aborto, se deben, no sólo al hecho de que éste les fue practicado en la clandestinidad, sino también "a la complejidad ética de la decisión de interrumpir una nueva vida" (p. 11, el énfasis es nuestro). He aquí entonces la primera admisión: el aborto es la interrupción de una nueva vida y esa interrupción comporta una "complejidad ética". Cierto, no llegan a confesar con claridad que la interrupción de una vida no comporta ninguna "complejidad" para la moral; sino que es sencillamente un acto gravemente inmoral. Pero es de gran interés el hecho de que dos feministas a favor del aborto reconozcan, no sólo que el aborto destruye una vida, sino que también y por esa misma razón no es ajeno a la dimensión moral.

Sin embargo, lo más impactante del libro son precisamente los testimonios de las entrevistadas. Dos cosas resaltan por su significatividad y por ser normalmente inadmisibles para las feministas a favor del aborto: (1) que el aborto voluntario sí tiene una secuela de efectos psicológicos negativos en la mujer que aborta, dicha secuela se conoce con el nombre de síndrome postaborto y (2) que existe una conexión entre la anticoncepción y el aborto. Aquí nos vamos a limitar al primero de estos dos puntos. En la conexión entre la anticoncepción y el aborto, dedicaremos la atención al segundo.

Angélica, una de las entrevistadas, confiesa lo siguiente: "Durante la intervención [el aborto] me puse a llamar a mi mamá --mi mamá está muerta, pero yo le hablaba... El aborto nos ha creado conflictos [entre mi esposo y yo] en estos momentos, por más que ahora tengamos mejores expectativas económicas y que además tengamos un hijo, tenemos conflictos, más conflictos... Como mamá que soy, siento que he cortado la vida de quien pudo ser; he cortado la vida de alguien que podría haber sido" (pp. 21-22).

Amanda da el siguiente testimonio: "Yo lo pensé bien, no lo he tomado así a la ligera, pero ahora, después del aborto, me he sentido mal: me sentí culpable, con mi conciencia sucia porque yo sé que es pecado... Yo me he puesto a pensar que --aunque sea muy chiquito-- ya es un ser humano... He salido del problema, pero me he quedado con ese peso" (pp. 36-37).

Jimena, una joven de 22 años que estudia en la universidad y vive con su madre en un barrio acomodado, cuenta el siguiente testimonio: "Fue una situación sumamente difícil; cuando tomé la decisión fue un conflicto inmenso, porque iba en contra de mis valores... Eso es lo que me deprime, es algo raro, porque en el aborto está presente el valor de la vida...porque es negación de una vida... De repente yo me he quitado el obstáculo de mi camino, pero voy a cargar con mi estorbo toda la vida" (pp. 91-92).

Olinda, una joven mormona de 21 años que tiene una hija y vive con sus padres en un barrio popular periférico, cuenta lo siguiente: "Hasta mi mamá me dijo que era malo lo que había hecho. Yo creo que el aborto es quitarle la vida a un ser humano, porque él no tiene la culpa de nada, él no me pidió venir aquí" (p. 92).

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