En el comienzo
dudaba de que fuera posible
resistir hasta el fin.
Hubo tiempos de ira,
dolor, tristeza y sufrimiento;
tiempos en los que me pregunté:
¿por qué yo?
Pero un día
hubo un destello de luz
y luego, otro.
Las nubes empezaron a abrirse
y pude ver más allá de ellas.
Los ratos de contento,
de sentirme segura,
fueron sumando más
que los de miedo y melancolía.
Se tejieron nuevas amistades;
la desolación, la falta de confianza en mi valer,
se fueron convirtiendo
en firmrza, en resolución.
Era como pasar de las tinieblas
a la luz, con una nueva sensación
de poder.
Ahora comprendo que en mi pasado hay cosas
que no puedo alterar;
lo que puedo es impedir que manden
sobre mi vida y mi felicidad.
Sé que esta parte de mi vida
jamás se irá del todo,
pero el lugar que ocupa en mi existencia
es menos prominente.
He empezado a permitir que otras ideas
pueblen mi mente.
Tengo un mejor conocimiento de mí misma,
de mis debilidades y de mis puntos fuertes.
Ya no temo poner límites.
Empiezo a disfrutar otra vez de la vida
y a pensar en el futuro.
Ahora puedo ver todo este tiempo
tal como fue:
un tiempo de crecimiento,
de descubrimiento de mí misma,
de curación.
ANNA MARIE EDWARDS
De "Toma un café contigo mismo"
(de Walter Dresel)