Mi historia es parecida a la de muchas otras mujeres. Incluso podría decirse que he sido afortunada al haber podido alcanzar mi final feliz.
Tres años atrás, decidimos con mi marido buscar nuestro primer hijo. Tuvimos la suerte de conseguir un resultado positivo antes de los esperado y con el nuestras ilusiones se dispararon. "Un hijo!". Los estudios iban dando bien y conforme pasaban los días nuestras esperanzas iban increyendo. A las 9 semanas de embarazo me indicaron realizarme una nueva ecografia y fuimos con mi marido deseosos de ver cuánto había crecido nuestro bebé. El ecografista daba vueltas, probaba por una lado de la panza, después por otro, cambiaba incluso de aparato. Nosotros esperábamos atentos escuchar los latidos del corazón por primera vez. Pasados unos minutos, apago todas las máquinas y pantallas, nos miró y con seriedad nos dijo que el embarazo se había detenido. Fue de esos momentos en los que el mensaje es tan duro y difícil de asimilar, que uno siente como flotar, como salirse del cuerpo y verse en tercera persona deseando, en el fondo, no ser el protagonista o al menos serlo pero solo en un mal sueño. La tristeza de ese momento y de las semanas siguientes fue inmensa. Un dolor constante en el pecho, ganas de llorar incontrolables, bronca, por momentos ataques de superación...
A los 6 meses volvimos a intentar pero tuvimos el mismo resultado: 9 semanas de gestación y embarazo interrumpido. Esta vez ya me lo tomé con naturalidad y empecé a pensar que nunca iba a poder ser mamá, al menos no de está forma.
Pedí ayuda. El Dr. Mannara me aconsejó consultar a la Dra. Adriana Sarto y, tal como ambos estimaban, yo tenía trombofilia.
Ya descreída de todo, pasados unos meses, me enteré que estaba embarazada por tercera vez. Está vez no podía perderlo. Simplemente porque no lo iba a poder soportar.
Empece el tratamiento con heparina y me puse en manos de la mejor obstetra del país, la Dra. Hilda Ruda Vega. El amor y la contención de todo su equipo médico hizo que mi espera fuera menos difícil.
Cada día que pasaba de esos 9 meses, era un padecer constante, un esperar lo peor(sin excepción)!y cada estudio que daba bien era una batalla ganada que me reconfortaba el alma al menos por ese día. No quería ilusionarme, pensar en nombres, hacer proyectos, imaginarme como mamá y mucho menos comprar algo para el nuevo bebé. Tenía pánico de volver a perderlo y al mismo tiempo no quería que él, desde la panza, sintiera ese pánico.
Los allegados me recomendaban disfrutar y a mí me costaba mucho. Hacia fines del embarazo me permití ese disfrute del que todos hablaban y la felicidad fue grande.
Mi hijo nació sano hacia fines de Noviembre. Fue el día más feliz de mi vida.
Durante el curso de este tercer embarazo, leia este foro con frecuencia, y me prometí que si todo salía con éxito iba a compartir mi historia con final feliz.
Quiero alentar a todas aquellas mujeres que están en una situación parecida a la que yo pasé para que no bajen los brazos. Que el desgano no las venza. Dios existe y mi hijo es hoy prueba de eso.
