Tantos años con ese objetivo: ocho años y medio (9 si redondeo). Al principio con muchas lágrimas derramadas, sentimientos de frustración, de no merecimiento, sometida a numerosos procesos de reproducción que no son muy agradable. Lo llevaba lo mejor que podía.
Ahora que vuelvo la vista atrás, con 38 años que tengo, veo grandes aprendizajes en el camino y me siento afortunada. Este bebé que nacerá en mes 9, si todo va según lo previsto, llegará a un hogar que no es el mismo que cuando tomamos la decisión. Finalmente ha sido fecundado por métodos naturales y con gran amor de pareja y con mucho amor de cada uno de ellos hacia uno mismo.
Durante estos años, me he empapado de mucha información y si de algo me he dado cuenta es que el cuerpo es sabio y que responde a tus órdenes conscientes o inconscientes aunque nos cueste reconocerlo. En este tiempo, he detectado numerosas creencias muy internas y miedos ocultos dentro de mí, algunas mías y otras heredadas, que daban órdenes a mi cuerpo y por supuesto contradecían lo que yo quería conscientemente. Sin aparentemente ningún problema físico y sin estrés alguno, la fecundación no se daba. Daba lo mismo el método que usáramos. Mi cuerpo no reaccionaba.
Los comentarios que oímos siendo niños o las situaciones que experimentamos nos influyen en nuestras decisiones de adultos. Mi madre tuvo 4 hijos y siempre le he escuchado decir que si ella volviera a nacer no tendría ninguno, que en realidad no quiso tener ningún hijo. Comentarios como éste no ayudan mucho. Y mis recuerdos son que mi padre se pasaba el día trabajando. Imaginaros a mi madre con cuatro hijos casi seguidos. De ahí mi miedo a asumir la responsabilidad de tener un hijo en soledad y a que mi marido no respondiera a su papel de padre.
En mi búsqueda me crucé con la epigenética, una ciencia incipiente que estudia cómo experiencias y aprendizajes de nuestro clan se quedan marcadas dentro de nuestro ADN. De este modo, señales del exterior pueden provocar reacciones innatas y automáticas en nosotros. Esta información podría explicar por ejemplo mi miedo a perder el bebé sin ni siquiera estar embarazada ya que mis dos abuelas perdieron hijos.
Hasta aquí, queda claro que yo fui una niña no deseada, al menos por mi madre que es la que lo declara continuamente. Ella tenía 17 años en 1979 cuando se quedó embarazada de mí. En casa de sus padres lo ocultó durante buena parte del embarazo y mi padre tenía 30 años y no estaban casados, ni estaban enamorados. Ella no era mayor de edad cuando yo nací. Pasó momentos muy duros, de muchas dudas, miedos y tristeza, en los que deseó morirse y en donde tuvo que tomar decisiones transcendentales. Y yo estaba allí. Yo lo experimenté junto a mi madre. Esos sentimientos explican mi miedo a reproducir mi propio embarazo al traer un bebé al mundo. Con procesos de hipnosis y PNL, yo he podido sentir la intensidad de esas emociones negativas que mi madre atravesó.
Mi nacimiento cambió la vida de mi madre para siempre. El bebé es capaz de experimentar sentimientos de culpa en esa situación y llega a acuerdos con su madre para poder nacer, un “no nacido” obtiene conclusiones a partir de lo que siente dentro de la tripa de su madre. Un bebe guarda una fidelidad extrema a su madre de manera inconsciente que la arrastra toda su vida, autocastigándose. Mi madre me había dicho que no era bueno traer niños al mundo y yo no podía contradecirle. Mi cuerpo no quería contradecirle. Lo mismo que no quería contradecirle con su imagen de los maridos. Durante años, traté fatal a mi marido de manera inconsciente porque yo era lo que había visto siempre en mi casa y sin embargo yo tenía un marido fantástico.
También me crucé con la Nueva Medicina Germánica (o biodescodificación, o bioneuroemoción, etc). Y me sirvió para darme cuenta de que en árbol genealógico estaba pasando algo. Tanto por la parte de mi padre como por la parte de mi madre apenas había niños nacidos a pesar de haber muchas personas adultas en momento fértil. Era como si el árbol genealógico se estuviera extinguiendo. Normalmente, hace referencia a familias en las que ha habido mucho dolor en secreto, muchas emociones retenidas. Y así es mi familia. La que calla. La que no cuenta. La que no desvela. Y eso cae como una losa en el cuerpo, causando enfermedades físicas o psíquicas, incluida la falta de fertilidad.
Sigo sin conocer los secretos de mi familia pero sí he cortado con la esencia de sus creencias y ahora tengo mi propia manera de sentir la vida y de amar que de alguna manera es lo que me pedía mi árbol genealógico para permitirme poder ser madre, ser madre con otra esencia diferente a la de mi madre y de mis abuelas. Aquí descubrí muchas cosas pero en esencia mi árbol me pedía traer hijos del amor, con un hombre del que estuviera plenamente enamorada y que yo me quisiera también a mí misma.
El camino de aprendizajes ha sido empedrado pero, visto en perspectiva, muy enriquecedor y con un final lleno de amor.
Después de mi experiencia, os animo a descubriros por dentro para conseguir vuestro objetivo.