"En nuestra casa, está prohibida cualquier arma. Cuando mi hijo tenía 9 años, con su dinero de bolsillo se compró en secreto una pistola que disparaba con bolitas de plástico. En la calle, durante un “tiroteo”, por accidente, le dio a otro niño con una bala en la ceja, hasta provocó que le saliese sangre. Yo estaba aterrorizada porque el chico podía incluso perder un ojo, pero no empecé a gritar ni a regañar a mi hijo. El castigo fue el siguiente. Le vendé un ojo con una venda, le prohibí quitársela durante 5 horas y le dije: “Debes entender cómo se sentiría ese chico si la bala le hubiera dado un poco más abajo”. Se deshizo de la pistola"