Copiado de La Vanguardia
Los bebés menores de 6 meses distinguen visualmente el inglés del francés sin oírlo, según un estudio
24/05/2007 | Actualizada a las 20:00h
Madrid. (EFE).- Los niños menores de seis meses son capaces de distinguir un idioma de otro observando únicamente los gestos faciales que hacen las personas cuando hablan, aunque sin oirlas, según una investigación, realizada con unos veinte bebés a partir de la lectura de distintas frases en inglés y en francés.
Una de las responsables de la investigación, Núria Sebastián Gallés, de la Universidad de Barcelona, explicó a Efe que se ha comprobado que "los bebés al nacer, y en los primeros meses de vida son capaces de distinguir unas caras que hablan en francés o en inglés".
"No las oyen, sólo ven las caras y que están hablando, y se dan cuenta de que unas y otras corresponden a dos cosas distintas", añadió la responsable de esta investigación, en la que también participaron Salvador Soto-Faraco y Jordi Navarra, todos ellos del Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva (GRNC) de la Universidad de Barcelona, ubicado en el Parc Científic de Barcelona.
En este estudio, publicado en el último número de la revista Science, han colaborado además científicos de la Universidad British Columbia (Canadá).
Según explicó Sebastián Gallés a Efe, "ya se había demostrado que los adultos también son sensibles en determinadas circunstancias a la percepción de distintas lenguas, sólo a partir de la información visual", aunque, precisó, eso "se trata de una situación distinta".
Es diferente, explicó, porque los adultos parten, en relación con esa capacidad para diferenciar una lengua de otra visualmente, de su experiencia vital para interpretar gestos visuales ya conocidos.
Según la experta, entre los seis y los doce meses los bebés dejan de percibir las diferencias entre las caras que hablan en inglés y en francés, salvo aquellos niños criados en un entorno bilingüe inglés-francés; en ese caso, prosiguió, sí siguen apreciando las diferencias entre unas y otras caras.
Dichas habilidades innatas sólo se retienen si representan una ventaja real para aprender la lengua materna; cuando el bebé se define por una lengua en concreto, deja de prestar atención a los elementos ajenos a la misma, y se concentra en la suya.
Como parte del estudio, los científicos mostraron a los bebés (de 4, 6 y 8 meses de edad) una serie de vídeo-clips mudos, en los que diversos interlocutores recitaban frases extraídas del cuento 'El Principito' en francés o en inglés.
Se utilizó un procedimiento de "habituación" en el que inicialmente todos los vídeo-clips que se presentaban correspondían a una única lengua.
Cuando el interés de los niños hacia las imágenes disminuía el 60 por ciento, se los consideraba habituados a la información visual, y seguidamente se iniciaba la fase de test, en la que se les mostraban los mismos rostros en igual orden, pero recitando oraciones del cuento en la otra lengua.
Para determinar el interés de los niños en la fase de test, se controló el tiempo de atención de cada niño a la pantalla al introducirse el cambio de idioma y se comparó con el de atención dedicado en una condición de control en la que el idioma no cambiaba.
Esos tiempos se registraban desde una habitación distinta a donde se hacía la prueba, y a donde tenían acceso los investigadores con una cámara conectada a un circuito cerrado de televisión.
Se comprobó que los menores de seis meses percibían que los interlocutores habían cambiado de lengua porque sus tiempos de atención hacia los vídeo-clips eran significativamente más largos que cuando no había cambio; esa capacidad varía, sin embargo, a lo largo del tiempo y en el contexto lingüístico en el que crece el niño