Ella estaba esperando
Te amaba cuando eras sólo una idea, sólo un sueño de maternidad futura. Me encantaba planear, preguntándome cómo serías. Era difícil imaginar cómo sería tener tu cuerpo diminuto en mis brazos, crear una personita. Sin embargo, sabía que algún día mi sueño de ser madre se volvería realidad.
Cuando llegó el momento sentí que estaba soñando. No podía creer que estuvieras de verdad allí. Me frotaba la panza y hablaba contigo. Pensaba en la fecha en que nacerías, en el día que podría mirarte y tenerte en brazos, ver finalmente cómo serías, mi bebé. Todo lo que hacía, lo hacía por ti. Todo lo que comía, cada plato que preparaba, lo hacía pensando en ti, la pequeña vida que estaba alimentando.
Tu papá y yo planeamos tu cuarto, elegimos nombres, empezamos a ahorrar para tu futuro. Ya te amábamos. Nos moríamos de ganas de sentir tus dedos en miniatura apretando los nuestros. Ansiábamos bañar tu cuerpo suave, oír tu llanto de hambre para alimentarte.
Ansíabamos tus primeros pasos, tus primeras palabras, tu primer día en la escuela. Nos moríamos de ganas de ayudarte en tus deberes e ir a tus partidos de béisbol. Era difícil para mí imaginar a mi criatura llamando "papá" al hombre que amo. Éstas son las pequeñas cosas que veíamos en el futuro durante esos meses que ibas creciendo dentro de mí. ¡Te amábamos!
En un minuto, esos sueños nos fueron arrancados. Una mañana nublada, durante una ecografía de rutina, descrubrimos que habías dejado de crecer hacía semanas. En rigor, nos habías dejado sin que siquiera lo supiéramos. Todos nuestros pensamientos y sueños para ti habían sido en vano. ¡Pero te seguíamos queriendo! Llevó largo tiempo superar el golpe. Nos dijeron que podía volver a quedar embarazada en pocos meses.¡Pero te queríamos a ti!
Luego nos dimos cuenta de que Dios no había querido que tuviéramos un hijo todavía, que estaríamos mejor dispuestos cuando fuera el momento. Esto nos consoló, a pesar de que te extrañábamos. Nos habíamos entusiasmado con tu llegada, pero podíamos esperar si así era preciso. Y sabíamos que cuando llegaras, yo me quedaría en casa contigo y tendrías una vida mejor, porque tu papá podría terminar primero la universidad. De esta manera, por fin aceptamos nuestra pérdida.
Han pasado cuatro años desde esa terrible experiencia. Esta mañana, estaba en nuestra piscina con mi hija de tres años. Mientras miraba sus manitas jugando con el agua de su balde, me maravillé con su bella inocencia. Realmente era un milagro que pudiéramos ser parte de semejante creación. De pronto me miró con atención y con un parpadeo me dijo:
- Mami, no estabas preparada para mí la primera vez que vine, ¿no es así?
Puse mis brazos alrededor de mi maravillosa hija y entre lágrimas le respondí:
- No, pero te extrañamos mucho cuando te fuiste.
Ya no tenemos que estar de duelo por nuestro bebé perdido, pues ahora sé que ha vuelto con nosotros. Es la misma criatura de la que nos habíamos enamorado hace tantos años.
Sara Parker
(La última taza de chocolate caliente para el alma)