y es maravillosa, un solete y guapísima... Estoy que se me cae la baba. Os cuento mi parto del modo más resumido que puedo:
El pasado miércoles (justo cumpliendo las 39 semanas) empecé con contracciones de encaje a las 2 de la mañana. No sabía lo que eran en realidad porque he tenido un embarazo fenomenal y no he tenido esas que decis vosotras de prueba ni nada pero eso eran dolores de contracción, nada rítmico y soportable cambiando de posición. Sobre las 8 de la mañana se me pasaron y me fui a trabajar, durante todo el día me vinieron algunas pero muy espaciadas en el tiempo y soportables, vamos, de encaje. Comí por ahí con mi marido que estaba muy nervioso por si ya era el gran día (que razón tenía) y yo empecé a dejar todo atado en la oficina por si acaso.
A las 8 llegué a casa como siempre, hice la cena y, después de cenar llegaron las contracciones de verdad, inconfundibles (y eso que yo tenía miedo de no distiguirlas por ser primeriza), imposible no saber qué son contracciones porque duelen de una manera bestial.
A las doce de la noche llamé a la comadrona porque eran cada cuatro, cinco minutos, y me dijo que esperara a ver si se me pasaban, que me tomara dos buscapinas y la llamara en dos horas. Mi marido casi se muere al oir lo que decía y yo también la verdad. Aguanté las dos horas en casa y cuando la llamé las contracciones eran cada tres minutos y yo ya había vomitado cuatro veces, ahí ya me dijo que me fuera corriendo al hospital que ella iba para allá.
Llegamos en media hora, ella llegó un poco después, me rasuraron y me llevaron directamente a dilatación porque según la matrona ya estaba muy bien la cosa, no dio tiempo a enema ni nada (menos mal) allí es donde perdí el tapon mucoso y la bolsa de aguas, pero había que esperar, porque tenía que llegar el ginecólogo y el anestesista que ya estaban avisados por la matrona. Llegaron casi a la vez como media hora después. Las contracciones ya eran la leche de seguidas y mi pobre marido no sabía qué decir porque dolían una barbaridad, el anestesista por fin me puso la epidural y fue mano de santo y en seguida nos fuimos al paritorio y... a empujar y empujar. Mi marido junto a mi, alucinando, el ginecólogo diciéndole mira, mira, eso es la cabecita y él mirando y más feliz que nadie. En media horita mi niña ya estaba fuera y cuando salió y le vi el culete en manos del ginecólogo casi no me lo creía. Estaba agotada la verdad, pero cuando al limpiaron y me la pusiern al lado, con mi marido allí, se nos caía la baba y no podíamos para de mirarla y mirarnos.
Al final un punto y para la habitación, fue una experiencia alucinante de verdad, estábamos los dos como embobados de felices y aún seguimos así.
Bueno, espero que mi experiencia os ayude a las que estais esperando vuestro gran día, doler duele, está claro, pero es llevadero y os lo digo yo que