Tras la reciente noticia de la retirada de diversos lotes de leche artificial por estar contaminados con Salmonella, que comentamos hace dos días en Bebés y más he querido escribir esta entrada para informar de algo que parece que se desconoce a nivel general: la leche artificial no es un alimento estéril y puede contener patógenos.
En los últimos años se ha dado una incidencia cada vez mayor de enfermedades transmitidas por microorganismos presentes en los productos alimenticios.
Teniendo en cuenta la necesidad de que los preparados para lactantes fueran inocuos la FAO y la OMS convocaron una reunión de expertos en febrero de 2004 para hablar del Enterobacter sakazakii y otros microorganismos presentes en los preparados en polvo para lactantes.
En esta reunión llegaron a la conclusión de que (y cito textualmente) la contaminación intrínseca de los preparados en polvo para lactantes por E. sakazakii y Salmonella había sido la causa de infecciones y enfermedades en los lactantes, incluso algunas enfermedades graves que podían llevar a secuelas graves en el desarrollo y a la muerte.
El E. sakazakii ha provocado enfermedades en todos los grupos de edad. Los niños menores de un año y especialmente los recién nacidos (>28 días) son los que tienen mayor riesgo de infección. De este grupo de edad, los prematuros y los que nacen con bajo peso o con inmunodepresión tienen un riesgo aún mayor.
Los datos provenientes de la industria indican que la probabilidad de que haya Salmonella en la leche artificial es rara (aunque no imposible, como hemos visto). Sin embargo, la presencia de E. sakazakii es más frecuente.
Este patógeno es responsable, en lactantes de riesgo, de meningitis severas y de enterocolitis necrotizantes que pueden llegar a cursar con un porcentaje de mortalidad comprendido entre el 40-80%. Además, se han identificado secuelas de tipo neurológico en aquellos lactantes que sobreviven al proceso.
Para minimizar el riesgo de infección por estos patógenos e intentar que se multipliquen lo menos posible el informe marca una serie de recomendaciones:
Cuando sea posible, sustituir los preparados en polvo por productos líquidos esterilizados disponibles en el comercio, en particular para los lactantes con alto riesgo.
Personalmente desconozco qué productos líquidos esterilizados hay disponibles en el comercio.
Empleo de un proceso de pasteurización eficaz en el punto de uso tras la reconstitución del preparado (por ejemplo, algunos hospitales utilizan un generador de vapor en su zona de preparación de los productos).
En un domicilio mucho me temo que es imposible pasteurizar la leche.
Utilización de agua caliente (70-90C) durante la reconstitución del polvo.
Sin embargo cuando el agua está muy caliente se puede producir aglutinación de algunos tipos de polvo, parece ser que se pierden algunas propiedades como la vitamina C, existe un mayor riesgo de quemaduras en el bebé o la persona que lo prepara y hay posibilidades de que se activen esporas bacterianas.
Administrar el preparado lo antes posible y desecharlo una vez acabado, es decir, lo que sobre no debe guardarse para una próxima toma. Si la toma no va a ser inmediata se debe enfriar rápidamente y guardar en temperatura inferior a 10C.
En resumen, lo mejor es utilizar agua caliente a 70C para evitar la proliferación de estos y otros patógenos aunque se pierdan algunas propiedades y darle al bebé la leche lo antes posible.
Como veis, no es oro todo lo que reluce y las recomendaciones (hasta el infinito y más allá) de darle al niño una alimentación sana, equilibrada, segura y económica con lactancia materna se ven reforzadas con información de este tipo.