La guerra de los libros para dormir al niño
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La guerra de los libros para dormir al niño
Un manual superventas aconseja adiestrar a los bebés para dormir y no cogerlos si lloran. Expertos en psicopedagogía aseguran que la técnica puede traumatizarlos. Los pediatras están divididos. Defensores y detractores explican sus motivosmuy pocos trabajos científicos han indagado cómo duermen los niños, de ahí que el debate sobre si hay que enseñarles o no a hacerlo solos siga vigente después de 50 años. Recientes investigaciones eximen de culpa a los padres en el llanto del bebé. Las lágrimas nocturnas aparecen igual con o sin mimos
ISABEL PERANCHO
Ilustración Ajubel
Más de un millón y medio de ejemplares vendidos en todo el mundo sin apenas publicidad. Y no se trata de un 'bestseller' al uso. 'Duérmete, niño' (Editorial Plaza & Janés) es un manual de autoayuda para padres desesperados que pasan en vela las noches atendiendo el llanto y los requerimientos de su bebé. Una escena que, según su autor, el ya popular neuropediatra catalán Eduard Estivill, se reproduce en los hogares del 30% de la población de entre seis meses y cinco años de edad. Es el porcentaje de pequeños que, de acuerdo a sus cálculos, sufre insomnio infantil por hábitos incorrectos, un trastorno que se caracteriza por la dificultad de los 'rorros' para iniciar el sueño y los múltiples despertares nocturnos.
El 'método Estivill', traducido ya a 18 idiomas, ha devuelto la 'paz' a muchas familias. Funciona en el 96% de los casos, se anuncia en la solapa del libro. El boca a boca ha cimentado su éxito. Mamás y papás satisfechos regalan con entusiasmo el volumen a las parejas que se estrenan en la paternidad.
Pero hay quien opina que tras el silencio de los bebés no se esconde un sueño feliz. Todo lo contrario, algunos psicopedagogos y pediatras han empezado a criticar la técnica de reeducación de la conducta que propone y sostienen que puede dejar secuelas emocionales y de comportamiento en los menores. / PÁGINA 4
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Son opiniones personales no refrendadas por la investigación científica. Respeto las distintas líneas de pensamiento, pero la mía está en la línea científica, argumenta Eduard Estivill. En todo su libro no hay una nota bibliográfica de ningún estudio y de ningún autor que avalen sus palabras, le contesta Rosa Jové, la psicopediatra catalana autora de otro reciente libro sobre el tema, 'Dormir sin lágrimas' (La esfera de los libros), que defiende tesis contrarias: Aunque no se haga nada, el niño dormirá sin interrupciones algún día. Los métodos de adiestramiento no le enseñan a hacerlo, solamente le provocan un shock emocional, insiste.
Ambos representan las dos corrientes pedagógicas contradictorias con las que se encontrarán los papás que consulten acerca del tema a pediatras y psicólogos. ¿Nanas y brazos a demanda del pequeñín o que aprenda a estar solito en su cuna?
Muchos recibirán el consejo de actuar de forma estricta para que sus 'rorros' entiendan que deben pasar la noche solos y calladitos, sobre todo a partir de los seis meses de edad. Sin embargo, un gran número de parejas opta por una crianza más 'natural' cuyos rasgos definitorios son la lactancia materna, compartir la cama con los hijos y, especialmente, abrazarlos y cogerlos ante el mínimo requerimiento. La gran pregunta, ante esta disparidad es ¿lo estaremos haciendo bien?
Estivill es quizá el máximo exponente nacional de la terapia cognitivoconductual aplicada al sueño del bebé. Su tesis es que los niños de entre seis meses y cinco años que no duermen bien, son incapaces de acostarse solos, sufren despertares nocturnos desde casi el primer día y les es imposible volver a conciliar el sueño sin ayuda de sus progenitores, son candidatos idóneos a la reeducación.
La persistencia de esta alteración produce un grave trastorno en la estructura de su sueño y, sobre todo, un estado de tensión y frustración contínua en los padres que intentan sin éxito solucionar el problema, desgrana.
Pero el neuropediatra advierte, además, de que la adopción de un 'mal' hábito nocturno tiene consecuencias a largo plazo: Hemos hecho un estudio con 500 niños que han utilizado el método y los hemos comparado con otros 500 que no. Tras 15 años de seguimiento se ha comprobado que los segundos tienen más problemas escolares y trastornos de conducta que los que sí han seguido una rutina para dormir, adelanta. Los resultados de este trabajo aún no han sido publicados.
TIPOS DE LLANTO
Para corregir el problema, propone encarrilar el ritmo de vigilia-sueño de los pequeños. A partir de los seis o siete meses, los chiquitines deben dormir desde las ocho o nueve de la noche hasta las siete o nueve de la mañana y hacer tres siestas tras las comidas. ¿Cómo lograrlo? Gracias a las normas que los padres deben enseñar a su hijo: dejarlo en su cuarto cuando aún esté despierto, ya que no debe asociar a sus padres con el inicio del sueño. Con mucha probabilidad, las lágrimas será su respuesta. Es falso que diga que hay que dejarles llorar. Existen dos tipos de llanto, el que se produce cuando se le abandona sin más, que les transmite sensación de castigo, y el de rabieta o reacción ante lo que aún no saben hacer. Éste no es traumatizante. Por eso decimos que es imprescindible que los padres acudan a intervalos regulares [cada pocos minutos] al lado del niño, para que entiendan que no se le ha abandonado .
El método Estivill no es completamente original. Nació de la adaptación de los trabajos de otros investigadores, como el canadiense Richard Ferber, cuyas técnicas son igualmente seguidas en muchos países. No es un invento de nadie, fui alumno suyo. Mi propuesta se basa en la fusión de los conocimientos de neurobiología, la psicopedagogía y la terapia conductual, explica.
En el otro lado se sitúan Rosa Jové y el pediatra Carlos González (autor de 'Bésame mucho', editado por Temás de hoy, otro 'betseller' sobre la cuestión que ha vendido 60.000 ejemplares), dos de los más firmes defensores de la denominada línea psicoanalítica. Todo niño sano va a dormir correctamente algún día. No hay que alterar el sueño puesto que, como necesidad vital, se sincronizará con nuestras necesidades en cada momento. Dejar llorar al niño no es la solución, porque cuando lo hace es que sufre y, por lo tanto, necesita atención. Tampoco deben prohibirse las canciones de cuna o impedirle que encuentre consuelo al compartir la cama de sus padres, aclara Jové.
González acude a la antropología para explicar por qué los niños se despiertan con frecuencia durante la noche: Es un mecanismo de seguridad para ver si hay peligro o no. Para un bebé lo más peligroso es que no esté su madre.
En su opinión, los métodos de reeducación del sueño están hechos para satisfacer las necesidades de los padres, no de sus hijos. La vida de hoy en día es una locura no sólo para los adultos, sino también para los niños, que deben amoldarse a ella, a pesar de que esa actitud no es la más adecuada. El único y real motivo de conflicto es la falta de sincronía entre las obligaciones de unos y los derechos del otro. Los seres humanos llevamos miles de años sin métodos para dormir niños y nunca ha habido mayores problemas con ellos. Todos acaban durmiéndose, argumenta la psicopedagoga catalana.
También avisa de que la aplicación de estas técnicas no es inocua y conlleva secuelas importantes a corto, medio y largo plazo, como trastornos de ansiedad, depresión, indefensión aprendida, trastornos de apego, trauma por estrés agudo y síndrome de estrés postraumático. Precisamente, Rosa Jové aclara que fue el hecho de atender en su consulta a niños con estos problemas que habían sido sometidos en su día a un método para dormir, lo que me llevó a alertar a los padres y a escribir el libro.
FALTA DE DATOS
Lo curioso es que el debate sobre cómo deben acostarse los bebés no es nuevo. De hecho, se inició a mediados del siglo pasado y, a pesar del tiempo transcurrido, aún no está resuelto. El verdadero problema es que muy pocos trabajos han abordado el tema de manera rigurosa. Hablamos de opiniones no de datos objetivos, reconoce el pediatra Gonzalo Pin, responsable de la Unidad Valenciana del Sueño de la Clínica Quirón (Valencia), autor de 'Durmiendo como un niño' (Parramón Ediciones) y uno de los pocos españoles que han hecho trabajos de campo sobre el tema.
Uno de sus estudios, publicado en 1999 en 'Anales Españoles de Pediatría', reveló que la incidencia de interrupciones del sueño en el primer trimestre de vida de los bebés españoles era alta: un 53% (en una muestra de más de mil de seis meses a seis años de edad). Que ésta se reduce significativamente a partir de los tres años y que, a pesar de ello, al cumplir seis todavía un 19% 'estorba' el reposo de sus padres, al menos, tres noches a la semana y un 12% no es capaz de dormirse solo.
Los pediatras de un centro de salud madrileño publicaron en la misma revista, en 2002, otro intento de conocer los hábitos de sueño entre sus pacientes de seis meses a dos años de vida, pero además analizaron las pautas que seguían sus padres para dormirlos. El 11% de los pequeños se despertaba de forma habitual durante la noche.
En el 49% de los casos, los bebés dormían con sus progenitores en la misma habitación. Más de la mitad de los papás (el 53%) intervenía de alguna manera para que su hijo se durmiera (le acunaba, mecía, dormía en brazos o alimentaba). Únicamente un 7% dejaba que conciliara el sueño en soledad.
La conclusión de estos profesionales fue que los padres lo estaban haciendo mal, al no inculcar hábitos de suelo a sus retoños desde los primeros meses. Proponían que los pediatras informaran a los padres sobre esta cuestión.
Sin embargo, la revista 'Pediatrics' recoge en su número de junio, una de las investigaciones más amplias realizadas hasta la fecha sobre el llanto infantil, sueño y conducta de los padres. El estudio ha analizado y comparado estas cuestiones en tres colectivos distintos: parejas partidarias de la crianza natural (lactancia, colecho y atención a demanda), una muestra de progenitores daneses (poco proclives a las rutinas) y otra de londinenses (que recurren a las técnicas conductuales con más frecuencia).
Se estudió el comportamiento de los menores y sus papás entre la primera y segunda semana de vida, entre las cinco y seis semanas y entre las 10 y 14. Los resultados fueron reveladores. Como cabía esperar, los padres 'naturales' pasaban hasta el doble de tiempo más en contacto con sus retoños que los de Londres. Los nenes ingleses lloraban un 50% más que los de los otros dos grupos entre las cinco y 12 semanas de vida. Pero las crisis de llanto inconsolable eran iguales en los tres colectivos, así como los ataques de cólico del lactante. Sin embargo, a los dos meses de edad, los bebés criados con todo tipo de mimos, lactancia materna y que compartían cama con sus papás lloraban más por la noche.
Los autores acaban eximiendo a los papás de culpa respecto a la influencia de sus actitudes en el llanto de sus retoños. Dicen que éste no depende de lo que ellos hagan o dejen de hacer. El estudio muestra que es probable que un mayor contacto con ellos ahorre lágrimas al principio, pero transcurridos unos meses no evita los sollozos.
Debe plantearse un debate amplio sobre esta materia entre los profesionales, los políticos y los padres acerca de las diferencias sociales y las bases culturales que explican estas marcadas desigualdades en la forma en que se cuida a los hijos, opinan los investigadores, psicólogos de las universidades de Londres y Copenhague (Dinamarca).
En las visitas pediátricas españolas el asunto ha irrumpido con fuerza. Y los especialistas están divididos al respecto. Hasta ahora existía una actitud de resignación, pero ha habido un cambio radical con los libros de divulgación sobre el tema. Las malas noches ya no son una maldición divina que hay que soportar estóicamente. Tienen solución, subraya Ramón Ugarte, pediatra del Centro de Salud Aranbizcarra I de Vitoria, que se declara partidario de aplicar el método Estivill a partir de los seis meses de vida e, incluso, antes para dar respuesta a situaciones particulares.
Aduce los siguientes motivos: Es muy eficaz y no he visto niños traumatizados ni padres que piensen que están castigando a sus hijos. Es algo parecido a cuando tienes que levantarlos por narices a las ocho para ir al cole. Acaban acostumbrándose y no sufren secuelas, opina.
Su colega Ana Martínez Rubio lo ve de otra forma. Ella no receta técnicas para dormir porque considera que no tiene en cuenta las necesidades afectivas del chiquitín, lo percibe [la ausencia de contacto] como una pérdida grande. Además, subraya las dificultades del entrenamiento conductual. La mayoría de los padres no lo soporta y, a veces, hace falta entrenarlos a ellos. Tampoco está de acuerdo con los supuestos problemas que sufrirán los menores no adiestrados. Esa afirmación es incierta, tercia.
NORMAS SUAVES
Otros especialistas observan el asunto con menos apasionamiento. Gonzalo Pin se manifiesta ecléptico sobre la polémica: Creo que hay que aplicar unas rutinas horarias para dormir, pero quizá no tan estrictas como las que propone Estivill. Aunque atender al bebé a demanda como sugieren otros alarga la falta de adquisición de hábitos de sueño.
Ésta es también la opinión de Juan Ruíz, presidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Sus recomendaciones varían en función de la familia que le pide consejo: Si me encuentro ante una mujer angustiada que tienen que ir a trabajar al día siguiente y no puede por las interrupciones nocturnas de su bebé, estoy obligado a plantear una pauta conductista. Pero si trabaja en casa o su estilo de vida le permite descansar a otra hora, la otra opción también tiene sentido.
Jesús Eíris, presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica, aconseja probar el método y aplicarlo con mayor o menor rigor según el parecer de cada familia. Es verdad que faltan evidencias científicas que soporten sus beneficios, pero nos quedamos con la percepción del día a día y ésta nos dice que funciona. Y habla por experiencia propia. Padre de cinco hijos, recurrió a lo que denomina firmeza afectiva para enseñar a sus retoños a dormir tranquilos. Establecimos normas y hábitos, pero ellos sabían que siempre estábamos ahí, apostilla.
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¿EN LA CAMA CON MAMÁ?
Existe controversia sobre los riesgos y beneficios de acostar al bebé en la cama de los padres (colecho). Si decide hacerlo, debe observar ciertas precauciones:
- El colchón debe ser suficientemente duro para que el niño no quede atrapado.
- No usar los de agua, ni sofás, ni inventos con los que el bebé pueda quedar atrapado entre el colchón y la pared.
- Las sábanas no deben tener lazos o cintas que puedan rodear al pequeño. No usar cojines mullidos ni peluches.
- No abrigar demasiado al bebé, los padres ya lo calientan con su cuerpo.
- Los padres no deben ser fumadores, ni estar obesos, o bajo el efecto de drogas, fármacos, alcohol ni nada que pueda impedirles atender al niño con prontitud.
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Cómo duermen los bebés
El sueño es un proceso evolutivo que se va adaptando a las necesidades del ser humano. Un recién nacido no duerme igual que un niño, ni éste como un adulto; ni un adulto igual que un 'abuelo'. El adulto tiene un ritmo biológico que se repite aproximadamente cada 24 horas y que regula el organismo: marca los patrones de vigilia y sueño, los momentos en que siente hambre, la secreción de hormonas, la temperatura corporal... En el caso de los recién nacidos, ese ciclo se repite cada tres o cuatro horas. En ese periodo de tiempo, el niño se despierta, come, le limpian y duerme y así sucesivamente, aunque hay pequeños que no siguen este patrón. El sueño dura alrededor de 17 horas repartidas en periodos de dos a seis. Este ritmo biológico empieza a modificarse hacia el tercer o cuarto mes de vida. El bebé se va adaptando progresivamente al ciclo de 24 horas y va presentando periodos de sueño nocturno más largos. La duración de la pauta nocturna se va incrementando a 3, 4, 6, 8, 10 y hasta 12 horas seguidas. Así, a los seis meses suele dormir 14 horas al día: 12 de noche, interrumpidas por algunos despertares breves, y una siesta por la mañana y otra por la tarde. De uno a tres años dedica al sueño 13 o 14 horas, 12 o 13 por la noche y una siesta después de comer. Entre los tres y cinco, desaparece la siesta (con la escolarización) y duerme entre 10 y 12 horas por la noche. Pero no hay reglas fijas: a unos les cuesta adaptarse más que a otros.
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Recetas contradictorias
Si acaba de ser padre o tiene un bebé con problemas de sueño, no se sorprenda si pide consejo y se encuentra con respuestas discrepantes ante cuestiones como éstas:
¿Hay que dejar al bebé llorar para dormirse?
Estivill: No se trata de dejarle llorar pensando que se le ha abandonado. Se debe de acudir continuamente para que vea que sus papás no le han dejado solo.
Jové y González: Nunca, ni a un adulto ni a nadie se le dejaría llorar sin acudir a ver lo que le pasa.
¿Qué hacer?
Estivill: Dejar al niño en la cuna y pautar una serie de visitas. No para que el niño se duerma, sino para que perciba que no se le ha abandonado y aprenda a hacerlo solo.
Jové y González:Intentar consolarlo. Darle de comer si tiene hambre, de beber si tiene sed, jugar con él si está aburrido, cogerle si pide brazos y taparle si tiene frío.
¿Y si se despierta durante la noche?
Estivil: Si se enseña a un niño a comer con cuchara, también se repite la operación en la cena. Pues para dormir igual, dejarle en la cuna y repetir la pauta de visitas.
Jové y González: Meterlo en la cama con los papás. Es lo más cómodo. Así, si se despierta se vuelve a dormir rápido.
¿Y si no deja descansar a los papás?
Estivill: Hay niños que aprenden a dormir solos en dos días y otros en tres semanas, Hay que mantener siempre la misma rutina.
Jové y González: Si no quieres meterlo en tu cama, hay otras opciones: turnarse cada noche padre y madre, que se lo lleven un rato los abuelos para que la mamá descanse...
¿Hay que acostarlo despierto o ya dormido?
Estivill: Un niño se duerme sin necesidad de hacer nada cuando su cuerpo se lo piede y su cerebro está preparado. Es un error pensar que por mecerlos se les quiere más. El cariño se le da igual cuando se le habla sin tener que cogerlo.
Jové y González: Como quiera la familia. Magnífico, si se duerme solo despierto. Pero a la mayoría hay que dormirles en brazos y si despierta, acudir.
Ver también
Entonces que hacer?????????
con una nena de casi dos meses ke no duerme .................. mas ke en brazos
Lucía
Te entiendo
hola Venesa:
Mi bebé tiene un año dos meses y estamos iguales. Se queda dormido a las 23:30 y se despierta las 6:30
cuando duerme con nosotros se despierta pero con el chupete se duerme enseguida pero se mueve cualquier cantidad.
Cuando lo acuesto en su cuna duerme 2 horas con suerte, y se despiertaa llorando a todo pulmón para que lo lleve a mi cama.
Esto igual me afecta en mi trabajo ya que ando tomando café todo el día y en la intimidad con mi pareja porque el bebé se acuesta con nosotros.
Me estoy armando de valor para estar despierta varias noches y hacer algo efectivo, hay que tomarlo como una inversión el sacrificio ,si me va bien lo publico...