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Niños que chupan la ropa o lo que les queda a mano

Última respuesta: 12 de agosto de 2005 a las 19:09
B
binbin_5400490
12/8/05 a las 12:43

Hola,

Resulta que mis dos niños (2 y 3'5 años) tienen la costumbre de chuparse el cuello de las camisas o jerseys, los protectores acolchados del arnés del autoplay, los collarines para proteger el cuello durante los viajes, etc...

¿Alguno de los vuestros hace esto?

Hace poco salió este tema en un foro postadoptivo (mis hijos son adoptados) pero me resisto a pensar que es algo propio de su pasado.

Me ayudais alguna?
besos,
AMQS

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B
binbin_5400490
12/8/05 a las 19:09

Gracias a las dos
Gracias, me habéis sido de mucha ayuda.

Besos,
AMQS

Beth011173
Beth011173
12/8/05 a las 17:02

Me llamo la atencion el caso y lei esto de internet
Los niños suelen chuparse la ropa o también se resisten a abandonar la lonchera, y en algunos casos no hay un objeto pero hay acciones a las cuales se aferran. Por ejemplo, puede ocurrir que se ubiquen en un lugar del aula durante un tiempo largo. Nosotros vimos una vez a una niña que se quedó dos años en el mismo lugar de un aula, ocupando casi topológicamente su espacio, demarcando su territorio de manera casi animal, tal como lo hacen los animales, y hay incluso algunos niños que agreden a otros de manera sistemática, pero sucede igual que con las llantas, no a cualquiera, sino a un niño en particular, y lo hacen con ferocidad, siendo las principales víctimas de si mismos.

¿Qué es lo que ocurre con estos casos? Los niños de estas edades padecen de un mal que Santiago Barbuy ha mencionado varias veces, que se llama incertidumbre. Tienen un enorme desconcierto, todo les es desconocido, tienen grandes temores, tienen miedo a la oscuridad, tienen miedo a los cucos, a los mounstruos, miedo al mounstruo que creen ser ellos mismos, tienen miedo a desaparecerse, tienen miedo a cerrar los ojos y que no vuelvan a ver a su mamá, tienen miedo a escurrirse con el agua por las rendijas, tienen miedo a la noche que es larga, a las cosas que se les escapan del cuerpo. Podemos entender todo esto a través del trauma del nacimiento que está muy cercano, a través de una absoluta desorientación en el espacio y en el tiempo, y también a través de la constatación de la frustración. Son las tres cosas con las cuales conviven nuestros niños, en la práctica: lo que Winnicott llama los objetos transicionales. Son algo así como una tabla de salvación debe ser para un naúfrago, o me imagino que si uno cayó a un hoyo y alguien le tira una cuerda debe sentir algo así.

Pero no por acudir a un Centro de Educación se agota la necesidad de diálogos corporales que el niño estableció con la madre. Todo lo contrario, si en el primer momento el niño necesitó que lo tomen, que lo abracen, que lo huelan, que lo miren, que le hablen, que le canten, en este segundo momento no sólo necesita él que lo sigan tomando, hablándole, etc., sino que ya puede tomar activamente el cuerpo de la madre. Puede hablarle, puede mirarla, puede tocarla, puede hasta agredirla, y si consideramos que madre es también la maestra y los pares, entonces estamos frente a la necesidad de entender que las maestras en ese tiempo de la vida de los seres humanos somos las madres de turno, y lo que los niños necesitan de nosotros son diálogos corporales, diálogos tónicos.

En este juego de diálogos corporales hay una comprensión a nivel simbólico: a veces no se necesita decir una sola palabra para el entendimiento, se trabaja con las acciones, con el cuerpo, con los objetos. Lo que los niños ponen en acción fundamentalmente son sus pulsiones vitales, el niño se pone en juego literalmente a través de la bulla, del movimiento. Tiene una necesidad urgente, compulsiva, de moverse. Se pone en juego a través de su necesidad de contacto con el suelo, con las cosas. La pulsión inconsciente reprimida debe encontrar un medio de expresión simbólico, si no, estamos en camino para las alteraciones psicosomáticas.

La movilización de estas pulsiones vitales que movilizan a los niños suponen contactos, rechazos, abandonos, resistencias y distancias en la relación con todo. Por ejemplo, el acto de derribar no es simplemente el acto de derribar algo, supone un proceso de maduración psicológica que empieza cuando el niño derriba algo de repente, si, pero continúa si él es capaz de derribarse en algún momento, y continúa todavía más allá si él es capaz de aceptar ser derribado por otros, y continúa más allá si es que él es capaz también de derribar a otros. Hay una serie de referentes sutiles, constataciones que él va viviendo a través de todo esto y podríamos analizar una lista infinita de las posibilidades que tiene el movimiento. El niño no solamente lanza, puede lanzarse él a la carga, puede lanzarse por los aires, puede lanzarse con otros, puede lanzar para proyectar o para recuperar, puede lanzarse al vacío, el niño necesita mirar, ser mirado, necesita mirarse, oírse, etc., y en todo esto hay también un estrecho contacto con su inconsciente. Hay una vivencia permanente de nociones primitivas como podría ser la horizontal y la vertical, que significan la percepción de la vida y de la muerte.


SALUDOS y ESPERO QUE TE AYUDE EN ALGO

BETH LIA (22 meses)

B
binbin_5400490
12/8/05 a las 19:09
Mejor respuesta

Gracias a las dos
Gracias, me habéis sido de mucha ayuda.

Besos,
AMQS

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