Hola. Se ha hecho de rogar, pero al fin puedo contar mi parto en la Clínica Quirón de Madrid, donde di a luz a mi hijo Adrián el pasado lunes 2 de julio. Pesó 3.538 y midió 50 cm.
Este ha sido mi segundo parto. Mi hija de 3 años nació en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, recibida entre monitorización fetal interna, epidural, episiotomía y fórceps... y aún así tenemos la obligacion de decir que tuvimos suerte.
Para el nacimiento de mi segundo hijo tenía claro que no repetiría hospital, y después de buscar opciones, llegué plantearme el parto en la Clínica Belén a falta de opciones en Madrid. Finalmente, en la semana 38 de gestación descubrí la Quirón de Madrid y su planteamiento de parto científico humanizado.
Este es mi relato.
El lunes 2 de julio tenía monitores a las 10 de la mañana, pero yo ya estaba con contracciones desde 2 semanas antes y con 1 cm de dilatación. Me daban muy flojitas y no eran rítmicas así que la noche del domingo nos fuimos a dormir y a eso de las 5 de la mañana empecé a notar que ya venían de nuevo las molestias, pero esta vez cada 4 minutos. El caso es que no había roto aguas, pero por si acaso desperté a mi marido, nos duchamos, y preparamos las cosas que nos quedaban para llevar. Mi hija de 3 años se despertó sola, así que salimos de casa a eso de las 8 de la mañana hacia casa de mis suegros para dejarla con ellos.
Todavía con la duda de esperar o no a la cita, un dolor más intenso hizo que nos decidiéramos a entrar por urgencias, y en caso de falsa alarma acudir luego a la cita en consulta.
A pesar del atascazo logramos llegar al hospital, donde por suerte estaba de guardia mi ginecólogo, el Dr. Espinosa. Tras explorarme me dijo que estaba dilatada de 3 cm y que faltaba por ver cómo eran las contracciones para decidir si me quedaba o no ingresada. Supongo que en su decisión de ingresarme tuvo que ver bastante que entre los centímetros de dilatación, las contraciones (pese a no ser muy rítmicas) y que estaba en la semana 41, asi que a las 11 ya tenía habitación asignada.
Nada mas entrar en la habitación una enfermera me ofreció ponerme enema y tumbarme para ponerme las correas. Le dije que no, y que no podría tumbarme con todas esas contracciones, porque no sabía ya cómo ponerme. Asi que nos dejaron solos en la habitación, dando por hecho que aquello iba para largo. Yo seguía sin romper aguas, pero al rato comencé a notar que los dolores aumentaban en intensidad, pero no en frecuencia. Al cabo de una hora y media ya me había recorrido cada esquina de la habitación, con ducha incluida, sin que hubiera manera de aliviar el dolor que iba en aumento. Como no pasaba nadie por allí le pedí a mi marido que avisara a la matrona o a la enfermera o a quien fuera, porque entre contracción y contracción no pasaban ni 20 segundos y el dolor que sentía me estaba superando por momentos. Tras unos minutos que se me hiceron eternos llegó la matrona. Literalmente me encontró tumbada en el suelo a cuatro patas y casi llorando. Mi esposo no paraba de repetir que en el parto de nuestra hija no había llegado a verme pasarlo tan mal y que no sabía qué más podía hacer, porque había tratado de calmarme con masajes en la espalda, me había consejado que me duchara, pero cada vez me veía peor. La matrona me examinó y estaba de 5 cm. Yo ya no podía ni hablar y mi marido le pidió por mí que me pusieran la epidural (cosa que yo tenía clarísimo que iba a pedir en este segundo parto).
Enseguida llamaron al celador y yo me vi obligada a tumbarme en la cama. En el tiempo que tardó en llevarme de la habitación a la sala yo iba ya gritando de dolor por el pasillo y casi llorando, cuando de repente vino a mi memoria el parto de mi hija mayor, y el alivio que sentía después de cada contraccion cuando hacía esfuerzos por empujar. Y pensé que quizá así se me pasaría un poco el dolor. Y empujé. En medio del pasillo noté cómo rompía aguas. Y con cada dolor, seguí empujando y comprobando que me aliviaba... En la sala de dilatación le dije a la matrona que había roto aguas, y por mi cara me dijo: ¡No me digas que estás empujando!, y yo le contesté como pude que sí, que lo necesitaba. Corriendo me volvió a explorar y me dijo: ¡Pero si estás en completa!, y escuché como avisaba a quirófano -por suerte estaba justo al lado y además estaba preparada porque iba a entrar otra mujer antes que yo. Le pregunte: ¿así que ya no hay epidural, no? Ella me miró, sonrió y me dijo: No, ya no.
Me pasaron lo más a prisa que pudieron al famoso potro de la Quirón que ni siquiera miré. Sólo faltaba por llegar el ginecólogo y me pedían que aguantara, que no empujara. Lo intenté, jadeando, como pude, pero enseguida noté ese circulo de fuego, me palpé y supe que aquello entre mis piernas era la cabecita. Lo que hice fue escuchar a mi cuerpo y obedecer a mi propia naturaleza, necesitaba hacerlo.... Di un último empujón, pensando que iba a pasar un dolor supremo, pero no fue así. En menos de un segundo tenía frente a mí a mi bebé, resbaladizo, encogido, llorando a pleno pulmón y haciéndome sentir todo lo bueno de la vida que estabamos empezando juntos.
Enseguida me felicitó todo el equipo que me había asistido por ser "tan valiente" y por compartir un "parto natural precioso" con ellos. La verdad, yo no me sentía valiente, y sólo pensé en lo brutal y rápido que había sido todo, y a la vez tan bonito...
Sólo queda decir que Adrián está estupendo, es un niño buenísimo, se agarró al pecho a los 10 minutos de nacer, cuando salíamos del quirófano y hasta ahora hemos estado sólo con el pecho.
En cuanto a mí, sufrí un pequeño desgarro a causa de los empujones y de no querer oír a nadie cuando me pedían que esperara, y me han dado unos 3 puntos, que ni he notado y ni me han molestado. Es más, la misma tarde en que dí a luz ya me pude poner de pie y caminar.
Y mi hija está feliz con el bebé. No para de asomarse a su cuna y cubrirle de besos