3 de octubre de 2006
Querido hijo:
Hoy bajé los brazos. No sé cómo seguir hacia delante. Me siento en un sube y baja de emociones. Me predispongo a tomas fuerzas y mirar hacia el futuro, y a los cinco segundos se me inunda el corazón de desesperanza. No logro manejar las emociones, quiero salir a gritarle al mundo la tristeza que llevo adentro, la bronca acumulada en lo más profundo de mi corazón, lo que me provoca una sensación de ahogo en el pecho.
Me encuentro un poco abatida por tanta presión. Mi mente es un a máquina de pensar. Estoy aquí y el ahora, varada, en el mismo lugar que cuando empezamos a transitar la esta emocionante pero, agotadora búsqueda.
No sé cómo seguir
Me siento cansada, abrumada, quebrada física y emocionalmente. Trato de poner lo mejor de mí, pero no sé como seguir.
Durante las noches, apoyo mi cabeza sobre la almohada y le pegunto a Dios ¿por qué?, ¿por qué a nosotros nos tiene que pasar esto?, ¡Si para otras parejas quedar embarazadas es lo mas normal del mundo! Me cuestiono ¿por qué hay mujeres que depositan a sus niños dentro de una bolsa y lo abandonan? ¡Y nosotros, que te deseamos con el alma, no podemos tenerte!
Perdonáme, por contarte estas cosas, quizás no está bien que te lo diga, pero mamá se siente deprimida. Mamá no sabe de qué forma juntar fuerzas para empezar de nuevo.
Tu papá y yo, nos casamos profundamente enamorados, con la ilusión de formar una familia, pero quisimos estar un tiempo solitos para reafirmar nuestro matrimonio. Después de transcurridos unos meses, empezamos a extrañar tu presencia y decidimos que ya era el momento que estuvieras con nosotros.
Como pasaban los meses y vos no venías fuimos a un doctor que nos orientó Y allí comenzó esta carrera interminable de análisis, vacunas, inyecciones, ecografías, más análisis, y más inyecciones, a esperar, y nada.
Cada mes, desde hace dos años, lo mismo. Cada mes hubo nuevas esperanzas; análisis; inyecciones a la mañana, a la tarde y la noche; ecografías, la espera, ynada.
Por último, quisimos intentar con algo más complejo. Estábamos tan ilusionados! Seguros, que esta vez, iba a funcionar. Por fin llegarías.
Pusimos todas las ganas, toda nuestra fe dirigida a Dios. En esta oportunidad, hubo más análisis, más inyecciones, más ecografías, y muchos más nervios que antes. Porque día a día, teníamos que averiguar como evolucionaban los pocos folículos que me crecieron.
Y llegó el gran día. El día de la Punción donde, de dos folículos, se extrajo un solo óvulo. Alguien dijo, Es el elegido
Juntaron el óvulo de mamá con los espermatozoides de papá y los dejaron en un laboratorio.
A partir de ahí, una interminable, eterna y desesperada espera. ¡Que emoción enterarnos de que te estabas transformando en un embrión!
A los tres días, después de preguntar, todos los días, cómo seguías, te pusieron adentro mío.
Volvimos a casa, y mamá se quedó muy quieta, un poco ansiosa, un poco cansada de estar en la cama, pero siempre pensando en hacer lo mejor para que vos te agarraras bien fuerte.
Después de cuatro interminables días y cuatro extensas noches, volví a la normalidad. Empecé a hacer las tareas cotidianas, aunque me aprovechaba un poquito de la situación, y tu papá me ayudaba más que de costumbre. Es más, no me dejaba hacer nada. Y eso me encantaba!
Me sentía rara. No sé si me vas a comprender. Tenía más olfato que de costumbre, me mareaba todo el tiempo y me sentía hinchada.
¿Seguirás aquí? ¿Serán síntomas de embarazo? ¿Será psicológico?
Pasaron ya 14 días desde que te pusieron adentro mío. Y ahora, estoy comenzando a sentir miedo. Miedo a que te hayas ido.
Ahora me estoy preparando para ir al médico, me van a pinchar el brazo para extraerme sangre, pero no te preocupes, no me va a doler.
Ya pasó. Nos tocan horas interminables de angustiosa espera
Tu papá llamó al médico para saber el resultado del análisis Y le contestó: dudoso, va a tener que repetir la beta el miércoles
¡Por Dios! ¡Cuánto te haces esperar!
Nuevamente lo mismo, extracción, espera, llamado y respuesta: negativo
¡Ay! ¡Hijo querido! ¡Cuanto dolor! ¡No lo soporto!
Primero, lloré mucho, mucho. Luego me invadió una profunda tristeza y después se apoderó de mí la bronca.
6 de noviembre de 2006
Ya pasó más de un mes de esta aventura. Los sentimientos de bronca ya se apaciguaron. La calma reina nuevamente en nuestras vidas. Tu papá y yo reconfirmamos días a días el amor que sentimos el uno por el otro, nos amamos cada día más, nos apoyamos, nos comprendemos, nos escuchamos y reímos otra vez. Los deseos de que estés con nosotros, cuando Dios lo disponga (aunque yo me oponga a sus designios de vez en cuando) son cada vez más fuertes.
Ahora, estamos preparados para buscarte nuevamente. ¡Vamos a intentarlo otra vez! Mamá, tiene que estar tranquila, tomar medicamentos, pincharse otra vez la panza, hacer ecografías y un montón de otras cosas. Pero esta vez se siente más confiada, más positiva, y piensa que vale la pena pasar por todo con tal de que estés aquí.
Bebé: sentite feliz, porque tus papis te aman con locura y no bajan los brazos. Están más juntos que siempre para darte la bienvenida a sus vidas. ¡Sé que pronto seremos una gran familia! Y si querés venir con compañía, ¡serán más que bien recibidos! Es nuestro sueño que vengas con otro hermanito. ¡Los amamos y esperamos con toda el alma!
Mamá y papá.
Esta es la carta que le escribí a nuestro/s futuro/s hijo/s, que esperamos vengan pronto a nuestras vidas para cerrar el círculo de felicidad que tanto anhelamos. Quiero compartir con ustedes todos y cada uno de los sentimientos que pasaron por mi mente y por mi corazón durante el transcurso de mi primer FIV (ICSI) fallida.
Pero, como lo describo en la carta, ya comenzamos a prepararnos para la segunda, y con mucha más fe y esperanzas.
Dios escuchá nuestras suplicas y plegarias, como las de todas la parejas que desean con el alma, concebir a sus hijos. Mucha suerte para todas!!!!
