Por Carlos Gonzalez
Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar... está sufriendo su primera experiencia de sumisión. (Michel Odent)
Lo estás malcriando, te toma el pelo, sólo quiere que lo cojas, le consientes demasiado. Muchos padres oyen frases como éstas demasiado a menudo y acaban por desoír a su bebé. Olvidan que llorar es una expresión natural que usamos para pedir ayuda o el amor que necesitamos.
Ayer tuve ocasión de contemplar, en plena calle, un pequeño drama de la vida cotidiana. Unos padres sentaban a su hijo de meses en el cochecito. Tan pronto como lo acercaron a la sillita, el niño rompió a llorar a pleno pulmón. Un llanto penetrante desgarrador. Pero los padres no parecían nada angustiados, siguieron tranquilamente asegurando al bebé en la sillita.
No puede apreciar ningún motivo que los obligase a sentarle. Ambos estaban allí, papá y mamá. Ninguno llevaba un paquete en la mano, ninguno parecía enfermo ni tenía un brazo vendado. Y era una simple silla de paseo, no la sillita de seguridad del automóvil, donde por precaución y por obligación legal- tenemos que atar a nuestros hijos, tanto si quieren como si no. Algunos metros más allá, y a pesar del bullicio de la ciudad, seguí oyendo el llanto del niño hasta que doblé una esquina.
UNA NUEVA MODA
Éste es sólo un ejemplo, uno entre cientos, de una práctica muy común en nuestra sociedad, al menos, en las últimas décadas: dejar llorar a los niños. Según un estudio científico, las madres norteamericanas ignorar deliberadamente el llanto de sus bebes en el 60% de las ocasiones. Y no lo hacen porque en ese momento estén ocupadas, por les sea (casi) imposible atender a su hijo. Se trata de un acto totalmente deliberado, a propósito, porque sí.
Niños que tienen que ir en el cochecito cueste lo que cueste, que han de caminar porque lo que tienen es cuento, que no pueden comer antes de las tres horas o que tienen que acabárselo todo aunque vomiten. Niños a los que se tiene que bañar todos los días aunque estén limpios, a los que hay que llevar a rastras a la guardería porque las abuelas los malcrían, que no pueden dormir con sus padres porque lo ha prohibido no se sabe quién. Niños cuyo llanto es recibido con absoluta indiferencia, con un bienintencionado qué feo te pones cuando lloras, con burlas e insultos (llorón, parece mentira un niño tan grande); con hostilidad (¡estoy hasta las narices de tanta tontería!) o con ciega violencia (¿quieres que te dé una bofetada, y así por lo menos llorarás con motivo?).
EVITAR FRUSTRACIONES
El llanto de un niño es uno de los sonidos más molestos de la naturaleza. Esta diseñado para no dejarnos impasibles. Por esos es imposible pensar que tu hijo sufre y permanecer igual. No obstante, los partidarios de dejar llorar a los niños siempre insisten en que éstos no sufren: el niño tiene cuento, son lágrimas de cocodrilo, llora para manipularte, está haciendo teatro, no le pasa nada, llorar es bueno para los pulmones Sólo creyendo, esforzándose por creer esas cosas pueden los padres dejar llorar a su hijo.
DEJARSE GUIAR POR EL AMOR.
Al hablar de estos temas suele salir a relucir el que, para algunos, parece ser el argumento definitivo: Bueno, porque le deje llorar no va a traumatizarse para toda la vida. No, probablemente no. O tal vez sí. No lo sé, ni me importa. Tampoco tendrá usted un trauma para toda la vida si le roban el coche, ¿verdad? Pero, ¿a que prefiere que no se lo roben? Yo tampoco tendré un trauma si el funcionario del ayuntamiento, en vez de decirme educadamente: Lo siento, para certificados hay que venir antes de las doce, me suelta un: ¡Pero qué hace, imbécil, pidiendo un certificado a las doce y media, que se ha creído!. No obstante, a los adultos hay que tratarlos con respeto y amabilidad, tanto si se traumatizan como si no. Y a los niños, por supuesto, también.
Cuando mis hijos lloran, les hago caso porqué están sufriendo, porque son mis hijos y les quiero, no porque crea que se traumatizarán. También por puro egoísmo, porque yo sufro cuando lloran y soy feliz si ríen. La investigadora británica Margot Sunderland afirma que los niños desarrollan traumas si se les deja llorar repetidamente, opinión que me parece muy interesante. Sin embargo, lo realmente importante para mí es que nada puede cambiar ni un ápice el profundo cariño que siento por mis hijos.
CARLOS GONZALEZ