Mi experiencia en el hospital de la ribera de alzira

Hola a todas
Me resulta muy duro hablar de mi experiencia en el parto. Pero creo que al ponerlo en palabras podría resultar hasta beneficioso. Gracias por vuestra paciencia.
A principios de este año di a luz en el Hospital de La Ribera. Ingresé por la mañana por contracciones y, que alegría, me vio la doctora que nos había atendido y tratado por un problema para conseguir el embarazo (si necesitáis en algún momento consejo o tratamiento, os recomiendo que vayáis a este hospital y a la consulta de esterilidad que allí se llama consulta de funcional, porque el trato es humano, la gente es excelente, personal y profesionalmente y no te sientes como una mercancía sin dignidad como me hicieron sentir otras personas el día del parto). Mi doctora se marchaba al medio día así que mi alegría duró poco. Me dijo que las contracciones aún no eran de parto y que tuviera paciencia.
Sobre las 5 de la tarde y ya en la habitación, las contracciones empezaron a ser muy fuertes y mi marido avisó a las enfermeras para que viniera alguien a verme. Me pasaron al paritorio, pasé sola y me dejaron sentada en una silla. Allí no había nadie, pero sí se oía cerca a un montón de gente hablando, riendo y supongo que tomando café porque sí que olía por toda esa zona. 15 minutos después de estar allí, sola, con mi marido al otro lado de la puerta, nervioso, sin saber que me estaban haciendo (por cierto, nada), apareció una chica que me hizo subir a una camilla. Allí me tumbé, con las piernas abiertas, de nuevo sola y con otros 10 minutos de reloj por delante en una habitación con la puerta abierta, casi desnuda y un discreto biombo que evitaba que quien entrara por la puerta me viera así. Os aseguro que si hubiera tenido la seguridad de que a mi niño no le iba a pasar nada, me hubiera levantado y me hubiera marchado. Pero los dolores eran cada vez más fuertes y yo solo rezaba para que me pusieran pronto la epidural.
Diez minutos de reloj, risas y jolgorio en la lejanía y varias contracciones dolorosísimas más tarde, oí que se acercaba gente y una señora decía algo así como que donde estaba la pesada de la sala (y debía ser yo porque la otra que la acompañaba la hizo callar). Imaginaros como estaba yo cuando esa mujer vino poniéndose un guante hacia mí. No pude relajarme. Me sentía humillada en los comentarios y con toda la situación. Le costó bastante verme y eso que yo trataba de concentrarme para que no me hiciera más daño.
Al acabar, lo único que me dijo es que no estaba de parto, que las contracciones que estaba teniendo eran muy flojitas (y yo que me quería morir) y que aún tardaría muchas horas en ponerme. Saliendo de la habitación, oí que decía algo muy desagradable sobre si le habría costado tanto a mi marido en el momento de embarazarme como a ella verme y luego un montón de carcajadas. Imaginaros que humillación más grande. A mi marido no le dije nada porque estaba tan nervioso como yo y sé que se hubiera enfrentado a esas dos señoras.
Me pasaron a la habitación y por fin, con mi marido, los dos solos aunque con dolores fuertes, me pude sentir mejor. El, pobrecito, solo me acariciaba y decía que llamáramos a la enfermera y yo, que no, que me habían dicho que aún tardaría mucho el parto. Que incongruencia no querer ya ni la epidural en aquellos instantes ¿verdad? Me daba pánico a volver con aquella gente.
Una hora y media después de haber venido del paritorio, pasó una enfermera por la habitación y se ve que no le gustó nada mi aspecto ni mis soplidos porque salió corriendo para avisar y que me vieran.
Al llegar al paritorio, aquella señora o señorita desagradable, de nuevo cara hacia mi. Me tocó, me dijo que estaba pariendo y me pasaron corriendo a una sala donde me tumbaron en una camilla. A mi marido lo pasaron también deprisa, justo para estar a mi lado en el momento de dar los últimos empujones. De repente aquella habitación se llenó de gente y en una de mis contracciones, una señora con bata blanca, se lanzó sobre mi barriga, apretándome hasta cortarme la respiración, me gritó que empujara fuerte y por fin salió mi hijo.
Después de todo esto tuve que aguantar que dijeran que así les gustaban los partos, rápidos. A partir de ahí solo quedaba la emoción de ver a nuestro hijo en el mundo.
A mi marido no le conté, lo que me pasó estando sola hasta volver a casa, y se enfadó mucho conmigo por no habérselo contado antes. Quería poner una reclamación contra esa persona (os aviso para quien vaya a ir allí a parir, se llama Mani o Nani o Lani o Ñani.) Lo convencí para que no lo hiciera porque en estos sitios siempre hay un corporativismo impenetrable y las reclamaciones no van a ninguna parte. Te indignas sólo con recordarlo, y mucho más pensando que encima te pueden contestar con una carta correcta dando cualquier excusa para el trato que recibiste. Después de todo, mi hijo nació sano y no ha habido ningún daño más que el psicológico.
Lo único que nos queda es que, si conseguimos un nuevo embarazo, el hospital de la ribera de Alzira será el último que se nos ocurra pisar.
Estamos muy agradecidos de tener a nuestro hijo con nosotros pero la experiencia de aquel día fue muy desagradable.
Las que vayáis a parir a ese hospital, desearos que no esté trabajando nadie de ese equipo. Podrán saber mucho, pero como profesionales y seres humanos dejan mucho que desear.
Gracias por leerme