Sabes leyla?
A mí también el algún momento de mi vida se me ocurrió la misma idea que tú, estaba muy sola, mi novio me había dejado, yo tenía el corazón destrozado, no tenía trabajo, no tenía dinero para ir a la universidad... mi madre me echó de la casa y no tenía dónde ir...
Sabes lo que hice? Me fui del país, a buscar nuevos horizontes, rápido conseguí trabajo, pero seguía tan sola... y desesperada, no tenía amigos ni familiares donde vivía... y entonces tuve un hijo con un hombre al que creía amar, a los 23 años. Parecía que la felicidad me sonreía, hasta que descubrí que en realidad esa persona y yo éramos incompatibles, y decidí dejarlo, ni bien me decidí perdí el trabajo y poco después la tenencia de mi hijo, pues no tenía cómo mantenerlo. Me quedé nuevamente en la calle, sin dinero para pagar el alquiler, sin trabajo y nuevamente tuve que irme de ese país.
Ahora tengo el corazón lleno de amor pues tengo un marido al que adoro y lucho por tener a mi hijo de nuevo conmigo y para tener otro bebé... Crees que no pensé más de una vez que mejor era dejar de luchar y rendirme? Pero pienso en todas las personas que me quieren y me extrañarán, pienso en los hijos que no conoceré, en todos los abrazos que no daré, en todas las Navidades vacías y en mi marido, que se quedará destruido. Y por eso no puedo darme el lujo de rendirme. No nos queda más remedio que seguir luchando amiga, aunque a veces parezca que la vida nos da una cachetada. Son pruebas que Dios nos pone, pruebas que debemos pasar por acceder a la felicidad.
Besotes
Paci