Hola a todas.
Durante tres años encontré en este foro ayuda, comprensión e incluso amistades que hicieron que superara los malos momentos que se atraviesan cuando deseas tanto un hijo y el destino te lo pone difícil. Por eso me hace ilusión, e incluso me siento en la obigación de escribir este mensaje puesto que sé que cuando se viven las circunstancias por las que estáis atravesando todas vosotras, el hecho de leer historias con final feliz hace que el ánimo se levante y se mantenga la ilusión.
Os cuento, cuando yo tenía 34 años decidimos ir a buscar un hijo. Yo creía que la cosa iba a ser coser y cantar, vamos, poneros y quedarnos embarazados, tener un hijo con un embarazo normal y punto. Todos los casos de mi alrededor así habían sido. A los tres meses de iniciar la búsqueda nos quedamos. Yo era todo ilusión y en mi cabeza no existía la posibilidad de que aquello no funcionase. En un examen de control a la 9 semana más o menos, se vió que el embrión no tenía latido y hubo que hacer legrado. La verdad es que lo pasé mal, pero pensé "bueno, ya está, ha pasado una vez no tiene por qué volver a pasar".
Así que nuevamente nos pusimos manos en el asunto, pero claro, con el lógico temor. Como en el primer intento no tardé nada en quedarme embarazada, pensé que en el segundo intento tampoco, pero después de 8 meses de búsqueda decidieron recetarme omifín para facilitar el embarazo. Y me quedé. Concretamente fueron dos embriones. Nuevamente y tras otra eco se vió que no había funcionamiento en ninguno de los dos y a las 8 semanas de embarazo de nuevo otro legrado. En este caso fisícamente me recuperé rápidamente pero emocionalmente no, ya era la segunda vez que pasaba y además tenía ilusión de que fuera gemelar el embarazo porque pensé que a esa edad (35 años), tenía dos hijos a la vez ya que parecía que la cosa me costaba y no quería quedarme sólo con un hijo. Pues bien, cuando me empezaba a reponer falleció una primita de un año porque se le detectó una enfermedad congénita muy poco habitual que sólo la desarrollan las niñas y que les causa una muerte prematura segura. Por lo que toda la familia debimos hacernos estudio genéticos para ver si éramos portadores de la enfermedad y si por lo tanto en el caso de embararnos de niñas debíamos abortar. Yo estaba de miedo porque pensé que a lo mejor mis embarazos eran de niñas y por eso se perdían y por consiguiente veía que o bien me embarazaba de varones o si no, no podría ser madre. Tras unas semanas francamente angustiosas se confirmó en mi caso que no era portadora, aunque salieron portadores en mi familia, con el consiguiente disgusto para todos.
No sé si fue el estrés de los exámenes genéticos pero nuevamente buscaba embarazo y no me quedaba por lo que de nuevo me mandaron omifín y relaciones programadas ayudadas con inyecciones para forzar la salida del óvulo y así me quedé. En seguida se vió que nuevamente venían dos. Pero yo noté que la cosa no iba bien una vez más, los síntomas ya me los conocía yo de sobra: pechos menos hinchados, tripa más plana, el estómago no lo tenía revuelto, vamos, asintómatica del todo. Me hicieron una nueva eco y me confirmaron que algo no iba bien: un embrión se había parado, el otro parecía que no, pero me dijeron no te hagas ilusiones por si acaso porque no se paran los dos a la vez, puede que uno antes que el otro. Así que tuve que esperar a ver cómo evolucionaba el otro embrión .Yo mientras desesperada, sin síntomas, llorando todo el día, me cogí la baja en el trabajo porque no tenía fuerzas ni para arreglarme, eso sí, rezé a todos los santos imaginados e imaginables. Y volví a ir a la consulta, y ese día para mí fue uno de los más maravillosos de mi vida: el embrión tenía latido. No me lo podía creer, yo miraba y miraba la pantalla y ahí estaba ese puntito chiquito moviéndose acompasadamente. No obstante mi gine me dijo que no me hiciera ilusiones de todas formas, ya que era pronto y que aún todo podía pasar. Me recetó progesterona y me dió la baja laboral para que tuviera la vida más tranquila posible. Y así fue como cada vez que tenía eco ( me hacían una a la semana) se veía que sí, que había vida, y de esta forma fui rascándole días al calendario. Y pasaron los meses y francamente cuando estuve de 27 semanas más o menos, es decir, unos 7 meses, me lo empecé a creer ya que si entonces se desarrollaba el parto, la niña (porque era niña), podría sobrevivir. Y fue entonces cuando empezamos a pensar en nombres, a pensar en comprar cositas para ella y a recibir regalos.
Y por fin en ocubre mi niña nació, justo en la fecha prevista de parto y justo cuando yo cumplía 37 años ¡ Que deciros de ese día! Yo disfruté del parto como una tonta, con cada contracción, con cada dolor. En el hospita no se podían creer que estuviera de parto, por la cara de felicidad que tenía al pensar que iba a tener a mi nena por fin en mis brazos. La niña es sana, buena y preciosa. Aún cuando la miro se me saltan las lágrimas de alegría y de emoción.
Por eso os animo a todas a que no perdáis la esperanza, por muchos baches que se os pongan en el camino, si estáis fuertes y lucháis por vuestro sueño, lo conseguireis. Eso sí, yo estoy convencida que mi niña salió adelante porque estuve todo el embarazo cuidándome al máximo, estuve de baja desde el primer mes y hasta el último de gestación. Ahora no sé qué pasará con mi trabajo, tenía un buen puesto con mucha proyección y sé que estos meses de inactividad han hecho que peligre mi carrera profesional, pero no me importa y lo haría mil veces más. El fin merece ese sacrificio porque nada me compensa más que levantarme por las mañanas y que mi hija me dedique una de sus sonrisas.
De verdad deseo que todas veáis realizado vuestro sueño.
Un beso a todas y mis mejores deseos.