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Off topic: muñecas otra vez (2)

Última respuesta: 20 de octubre de 2010 a las 17:34
A
an0N_796338799z
18/10/10 a las 15:40

Anoche colgué esta interesante lectura que me había gustado y me recordaba a una conversación que habíamos tenido la semana pasada. Se ve que a alguien no le ha gustado nada y no consigo entender por qué, pero lo vuelvo a poner, que seguro que la mayoría ni lo habéis visto. Fue publicado ayer en el suplemento Domingo de El País y es un extracto del libro "Muñecas vivientes. El regreso del sexismo", de Natasha Walter, que sale hoy a la venta.

Crecí en una familia que, como muchas en los años setenta, estaba bastante de acuerdo con la máxima que enunció elocuentemente Simone de Beauvoir en 1949: "No se nace mujer, se llega a serlo". Por lo tanto, mi madre se negó a comprar Barbies a sus hijas; mi hermana y yo tuvimos un montón de Legos y coches de juguete. La lucha contra los estereotipos de género empezaba en casa. Estaba convencida de que, una generación después, mi hija crecería en un mundo mucho más libre. Daba por hecho que el triunfo de la generación de mi madre había hecho posible que la feminidad se hubiera convertido en una elección en vez de en una trampa. Creía que las niñas serían libres de ser hadas o princesas, del mismo modo que las mujeres adultas podíamos elegir adoptar determinados símbolos de la feminidad que las feministas de los años sesenta habían considerado opresores, como los tacones o el maquillaje.

Pero de pronto descubrí que, casi sin que me hubiera dado cuenta, las puertas se habían cerrado. Lo que se suponía que iba a ser la libertad de elegir algo rosa de vez en cuando parece haberse convertido en la obligación de ahogarse en un océano rosa. Mi hija está creciendo en un mundo que potencia valores medievales, en el que todas las niñas son princesas y los niños, luchadores; en el que todas las niñas llevan hadas y todos los niños, superhéroes en los estuches del colegio. Esta involución no solo afecta a los juguetes, sino que se extiende a las expectativas que se establecen sobre muchos otros aspectos del comportamiento infantil, como la ropa, el lenguaje, el aprendizaje o la manera de pelearse. Y lo que me resulta más extraño es que nadie se cuestiona esta vuelta a los valores tradicionales.

(...) Rosa para las niñas, azul para los niños. Princesas y soldados. Niñas tímidas y niños gruñones. Niñas buenas y niños agresivos. Eso es lo que queremos ver, y eso es lo que vemos. Aunque nuestros hijos no confirmen las expectativas, aunque la princesa pegue un puñetazo y el soldado quiera charlar: los estereotipos nos impiden verlo. Y los prejuicios de los padres a menudo están respaldados por las divisiones de género cada vez más marcadas que las empresas jugueteras aplican a sus campañas de marketing, así que nuestros hijos crecen viendo que las cocinas de juguete que se venden en los grandes almacenes Marks and Spencer llevan una etiqueta que pone "Mamá y Yo", y la de las cajas de herramientas y los taladros de juguete pone "Papá y Yo". En la página web de las farmacias Boots se pueden encontrar todos los maravillosos artículos del Museo de la Ciencia, incluido un juego para mandar mensajes cifrados, pero todos están en la sección de "juguetes para niños". (...) Por supuesto que no es ningún problema el que las niñas sueñen con ser sirenitas de voz dulce o con asistir a un baile con un tutú plateado. Jamás querría privar a las niñas de ese placer, siempre que no todas estén obligadas a soñar lo mismo, siempre que eso no sea lo único que se espera de ellas, y siempre que no se considere que los niños varones se contaminarán si se les ocurre escoger una varita mágica de color rosa. Pero ahora mismo se suele asumir que todos los niños tienen que responder a determinadas expectativas. Por ejemplo, en 2003, Mattel lanzó Ello, un juego de construcción de colores pastel y formas redondeadas para niñas que competía con Lego y Duplo, solo que "específicamente diseñado para niñas". El psicólogo de Mattel, el doctor Michael Shore, explicaba por qué las niñas necesitaban un juego de construcción especial: "La construcción está asociada a patrones masculinos de juego, pero las niñas también tienen determinadas maneras de construir. Las niñas construyen personajes e historias cuando juegan a las muñecas. El sistema de construcción Ello está pensado para estimular los juegos de rol y la creación de historias de las niñas".

Igualmente, aunque siempre ha habido cuentos para niñas y cuentos para niños, en esta generación esa división se ha vuelto aún más marcada. Ahora, en la sección infantil de cualquier librería se ve un montón de estanterías con libros dirigidos exclusivamente a las niñas pequeñas: todos tienen las portadas rosa llenas de purpurina y tratan de hadas y princesas, del ballet y del teatro. Sus argumentos son increíblemente repetitivos, basados siempre en la feminidad de sus pequeñas lectoras.

(...) No estoy diciendo que, en general, no haya diferencias entre lo que prefieren los niños y las niñas, ni que esas diferencias desaparecerían por completo si niños y niñas fueran completamente libres en un mundo totalmente igualitario. Hagan lo que hagan los padres, y por mucho que cambiemos la sociedad, puede que nunca veamos al mismo porcentaje de niños y niñas elegir voluntariamente jugar al fútbol o con muñecas. Pero las expectativas que depositamos en nuestros hijos, en esta generación, no les están permitiendo desarrollar su verdadera individualidad, su verdadera flexibilidad.

Los padres que piensan que sus hijos encajan bien en las divisiones de género tradicionales no suelen sentir la necesidad de preguntarse por qué en las habitaciones de sus hijas todo es de color rosa y en los guardarropas de sus hijos varones se repiten sin tregua el color caqui y el azul marino; no se preguntan por qué en las camisetas de sus hijas pone Princess in training (aprendiz de princesa) y en las de sus hijos 100 per cent lazy (cien por cien vago). Pero otros padres no están nada cómodos con estos entornos rosa y azul tan artificiales y limitados que nuestra cultura construye para sus hijos en función de su sexo.

(...) Las explicaciones biológicas de la diferencia en los juegos y el aprendizaje de niños y niñas se han vuelto ubicuas en el mundo de la educación. Por ejemplo, una especialista en pedagogía que publicó en 2004 un libro sobre la igualdad de género se encontró con que los directores de los colegios afirmaban categóricamente: "Se diría que tiene que haber algo neurológico, puesto que la gente se ha esforzado mucho, como bien sabe, en cambiar las cosas con sus propias hijas, en asegurarse de que jueguen con trenes". Estos profesores creían que se había intentado aplicar la educación no sexista, o la igualdad de oportunidades, y que se había comprobado que no funcionaba. "Simplemente, ya no se hace", dijo una. "Yo antes pensaba que se podía conseguir la igualdad de oportunidades". La misma idea está presente en el trabajo de un popular experto en cuidado infantil, Steve Biddulph, que ha escrito: "Durante treinta años estuvo de moda negar la masculinidad y afirmar que los niños y las niñas, en realidad, eran exactamente iguales. Las últimas investigaciones han servido para confirmar lo que los padres ya intuían, que los chicos son distintos". La causa de esta diferencia, dice, radica en "el poderoso efecto de las hormonas masculinas" y "la vulnerabilidad del cerebro de los niños varones".

Este interés por la biología (la referencia a "algo neurológico" o al "efecto de las hormonas masculinas") como explicación de las diferencias entre niños y niñas hace que mucha gente, lejos de cuestionarse cómo contribuyen los factores sociales a crear esas diferencias y qué se puede hacer para reducirlas, se refugie en el fatalismo ante su naturaleza innata e inevitable. Así que padres y profesores se ven abocados a cerrar los ojos ante la influencia del marketing, del ejemplo familiar o de la presión de los compañeros en el comportamiento de sus hijos. Por el contrario, se nos hace creer que la feminidad y la masculinidad estereotipada que estamos inculcando a los niños es la consecuencia natural de su biología.

(...) Es extraño que haya tanta gente que de pronto ha adoptado sin cuestionarla la idea de que las diferencias se deben a la biología. Ni hemos conseguido crear el mundo igualitario con el que soñaba Simone de Beauvoir ni los niños y niñas han dejado de recibir presiones para adaptarse a los roles tradicionales, así que lo lógico sería que siguiera abierto el debate sobre si las diferencias son innatas, si se deben a factores sociales o bien, lo que parece más probable, consisten en una combinación complicada y cambiante de respuestas innatas y aprendidas. Pero ahora oímos decir constantemente que la cuestión está cerrada, y que la naturaleza ha ganado por goleada.

Se supone que esta moda del determinismo biológico está avalada por los descubrimientos científicos más recientes. Durante los últimos años ha habido una avalancha de estudios sobre las posibles bases biológicas de la diferencia de sexos en todos los campos, desde la psicología a la lingüística o la neurobiología, y los medios han reflejado con entusiasmo todos aquellos cuyas conclusiones respaldan la existencia de causas biológicas.

(...) El nuevo determinismo resultaría bastante inofensivo si no pretendiera nada más que explicar la preferencia por el rosa o el azul. Pero las explicaciones biológicas se usan para reforzar las expectativas del comportamiento infantil, y también adulto, en muchos aspectos. Las mismas creencias acerca de las diferencias genéticas hormonales justifican que se esperen comportamientos persistentemente distintos entre hombres y mujeres tanto en cuestiones insignificantes como en otras cruciales, desde la disposición a tomar una baja por paternidad o maternidad hasta la habilidad para aparcar, desde el deseo de presentarse a las elecciones hasta la capacidad para recordar una discusión.

En los últimos años, ciertos científicos han trasladado a la cultura popular estas explicaciones biológicas de las diferencias entre hombres y mujeres adultos. Simon Baron-Cohen es un respetado investigador, catedrático de psicopatología del desarrollo en la Universidad de Cambridge, cuyo influyente libro La gran diferencia ha fortalecido este tipo de argumentos. En él defiende que las mujeres invierten más esfuerzo en sus relaciones sociales, mientras que a los hombres les interesan los sistemas. Se sirve de anécdotas que juegan con los estereotipos: "Una mujer puede iniciar una conversación con una amiga diciendo, por ejemplo: 'Me encanta tu vestido, tienes que decirme dónde lo compraste. Estás guapísima, te queda fenomenal con el bolso'. Entre dos hombres, la maniobra de apertura sería esta: '¿Cómo estaba el tráfico en la M11? Yo suelo ir por la A1M, por Royston y Baldock se ahorra mucho tiempo, sobre todo ahora que están en obras detrás de Stansted'". Explica estas diferencias en función de los genes y las hormonas: "Todas las pruebas nos conducen en la misma dirección: la sospecha de que la testosterona (especialmente en las fases tempranas del desarrollo) afecta al cerebro y, por tanto, al comportamiento". En general, la tesis de Baron-Cohen es que "el cerebro femenino está configurado para la empatía. El cerebro masculino está predominantemente configurado para la comprensión y construcción de sistemas".

Hay muchos más científicos que, como Baron-Cohen, han trasladado a la cultura popular sus ideas acerca de la necesidad de prestar más atención a los factores biológicos a la hora de discutir las diferencias de género. Por ejemplo, el famoso psicólogo Steven Pinker escribió en su éxito de ventas La tabla rasa que, del mismo modo que las niñas juegan más a las mamás y a adoptar roles sociales y los niños a pelearse, perseguirse y manipular objetos, las mujeres invierten más energía en su vida afectiva y los hombres compiten entre sí recurriendo a la violencia o los logros profesionales. Argumenta que probablemente sea la biología, y no el entorno social, lo que subyace a estas diferencias. Otros autores han pasado también del ámbito académico al comercial con sus escritos sobre el tema, como la neuropsiquiatra Louann Brizendine, en cuyo libro El cerebro femenino se explica que una mujer "suele entender los sentimientos de los demás, mientras que un hombre parece incapaz de detectar una emoción a menos que alguien empiece a llorar o amenace con ejercer algún tipo de violencia física"; o Susan Pinker, psicóloga, que en su libro La paradoja sexual explica que las mujeres abandonen el mundo profesional al llegar a los puestos más altos o que los hombres sean capaces de triunfar contra todo pronóstico en función de sus respectivos niveles de oxitocina y testosterona.

(...) Es digno de notar que esta tendencia a insistir en que la igualdad entre hombres y mujeres está limitada por condicionantes biológicos imposibles de obviar aparece justo en el momento en que las mujeres ocupan un papel cada vez más relevante y variado en la vida pública y los hombres empiezan a animarse a adoptar en los hogares lo que antes se consideraba el papel femenino. (...) Aunque pueda haber pequeñas diferencias generales en la capacidad intelectual y emocional de cada sexo, no tiene sentido afirmar que se trata de certezas que afectan a todos (ni siquiera a casi todos) los hombres y mujeres, pero gran parte del trabajo que se realiza actualmente sobre estas diferencias no nos ofrece nada más que estereotipos, en vez de mostrar la verdadera variabilidad de hombres y mujeres. (...) Para quienes suscriben el discurso del determinismo biológico, el mundo contemporáneo encaja muy bien con las aptitudes innatas de hombres y mujeres. No produce insatisfacción ni frustración, no hay ninguna contradicción entre nuestros deseos y nuestra situación. Todas las desigualdades que vivimos se explican gracias a la distinta configuración genética y hormonal de hombres y mujeres: si las mujeres ganan menos, si los hombres tienen más poder, si las mujeres asumen más trabajo doméstico o si los hombres tienen más reconocimiento social se debe simplemente a que así son las cosas. El determinismo biológico del siglo XXI funciona en este sentido exactamente igual que el del siglo XIX, que advertía a las mujeres que aspiraban al cambio que no estaban hechas para estudiar o esforzarse físicamente.

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Munecas/vez/elpepusocdmg/20101017elpdmgrep_9/Tes

Ver también

A
an0N_796338799z
18/10/10 a las 16:30

Hay hombres mejor capacitados para criar
que muchas mujeres. Yo lo he visto y estoy convencida de ello. Lo que pasa es que no se les incentiva. Si entráis en el enlace del artículo, veréis la foto que ilustraba el tema. Es una mujer con un bebé en brazos y una niña con un muñeco imtándola. Además se trata muy frecuentemente a los niños, desde bebés, de forma diferente a las niñas e incluso se les atribuyen caraterísticas que a veces no tiene pero queremos ver en ellas y ellos. Así, es lógico que luego pase lo que pase y tengamos en el último barómetro del CIS a una mayoría de españoles diciendo, sin pudor, que ante la escasez de trabajo, mejor que trabaje el hombre que la mujer.

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 17:02
En respuesta a an0N_796338799z

Hay hombres mejor capacitados para criar
que muchas mujeres. Yo lo he visto y estoy convencida de ello. Lo que pasa es que no se les incentiva. Si entráis en el enlace del artículo, veréis la foto que ilustraba el tema. Es una mujer con un bebé en brazos y una niña con un muñeco imtándola. Además se trata muy frecuentemente a los niños, desde bebés, de forma diferente a las niñas e incluso se les atribuyen caraterísticas que a veces no tiene pero queremos ver en ellas y ellos. Así, es lógico que luego pase lo que pase y tengamos en el último barómetro del CIS a una mayoría de españoles diciendo, sin pudor, que ante la escasez de trabajo, mejor que trabaje el hombre que la mujer.

Me lo voy a subir
porque así la gente lee un poco. Y no se enfada tanto.

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 17:14

Yo lo leí
El otro día y me parece interesante el tema pero también complicado porque cómo puedes estar segura al 100% que si tu hija elige un juguete en vez de otro lo hace por propia voluntad sin estar influenciada para nada por su entorno? No sé si me explico bien pero, por ejemplo, si tú a tu hija la acostumbras al escalextric o a los juegos de mesa, por poner un ejemplo, y nunca quiere muñecas o disfraces de princesa, no los querrá por propia elección o porque se la ha educado para que no le gusten? Es tremendo el marketing que se hace, en eso estoy de acuerdo con vosotras, pero a un niño, de un modo u otro, le llegan los mensajes, de una lado o de otro, así que hasta qué punto influye su voluntad es lo que yo me pregunto. Que no pasa nada porque a una niña no le gusten las muñecas ni el color rosa ni jugar a ser mamá, esto está clarísimo, pero tampoco pasa nada si le gusta. Y no, el rol de una mujer no tiene por qué ser el de madre pero tampoco tiene por qué no serlo si eso es lo que quiere. Porque a veces tengo un poco la impresión que si una mujer elige ser ama de casa y cuidar de sus hijos se la suele juzgar por su elección porque no tiene ambición y se la califica de maruja o de mantenida. Pero la libertad de elección es para los dos sentidos, yo con la mano en el corazón os digo que si me lo pudiera permitir me encantaría quedarme en mi casa con mi bebé. Es más, me estoy planteando cogerme, tras la baja, unos meses extra (sin cobrar, por supuesto. Afortunadamente, por motivos personales puedo plantearme esa opción sin que peligre mi puesto de trabajo) para quedarme en casa con mi hijo, para que me la cuide una extraña prefiero cuidármelo yo, la verdad. Y no sé, no me considero menos feminista por eso.

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 17:32
En respuesta a saroa_8277890

Yo lo leí
El otro día y me parece interesante el tema pero también complicado porque cómo puedes estar segura al 100% que si tu hija elige un juguete en vez de otro lo hace por propia voluntad sin estar influenciada para nada por su entorno? No sé si me explico bien pero, por ejemplo, si tú a tu hija la acostumbras al escalextric o a los juegos de mesa, por poner un ejemplo, y nunca quiere muñecas o disfraces de princesa, no los querrá por propia elección o porque se la ha educado para que no le gusten? Es tremendo el marketing que se hace, en eso estoy de acuerdo con vosotras, pero a un niño, de un modo u otro, le llegan los mensajes, de una lado o de otro, así que hasta qué punto influye su voluntad es lo que yo me pregunto. Que no pasa nada porque a una niña no le gusten las muñecas ni el color rosa ni jugar a ser mamá, esto está clarísimo, pero tampoco pasa nada si le gusta. Y no, el rol de una mujer no tiene por qué ser el de madre pero tampoco tiene por qué no serlo si eso es lo que quiere. Porque a veces tengo un poco la impresión que si una mujer elige ser ama de casa y cuidar de sus hijos se la suele juzgar por su elección porque no tiene ambición y se la califica de maruja o de mantenida. Pero la libertad de elección es para los dos sentidos, yo con la mano en el corazón os digo que si me lo pudiera permitir me encantaría quedarme en mi casa con mi bebé. Es más, me estoy planteando cogerme, tras la baja, unos meses extra (sin cobrar, por supuesto. Afortunadamente, por motivos personales puedo plantearme esa opción sin que peligre mi puesto de trabajo) para quedarme en casa con mi hijo, para que me la cuide una extraña prefiero cuidármelo yo, la verdad. Y no sé, no me considero menos feminista por eso.

Yo una vez comentaba con aurembiaix, creo que ya lo he dicho
bueno, ella era en realidad quien me decía sorprendida que veía que en el resto de España la gente tendía mucho más a comprar juguetes en función del sexo y me preguntaba si a mí de pequeña no me pasaba que en mi clase no hubiera tantas diferencias. Yo no sé cómo está la cosa en el resto, sí recuerdo que en mi clase no había muchas diferencias entre los juguetes que llevaban los niños y las niñas. Yo lo que hago cuando mis amigos tienen hijos es comprar juguetes "educativos", no hablo del intelect, sino de estos juguetes que potencian sensaciones, texturas, etc. En Dideco, una tienda que no está demasiado lejos de mi casa, pero que hay por más sitios de España, tienen muy buenos juguetes de ese tipo. Para mí, particularmente para mí, la cuestión para por no comprar cosas que impliquen roles por sexos. Un juego de mesa me parece un juguete ausente de implicaciones sexistas.

En lo que a la segunda parte respecta, te diré mi opinión. Creo que está más penalizada socialmente una mujer que se queda trabajando que una que se queda en casa. Y lo digo casi por experiencia propia, porque aunque aún no la tenga, cuando hablo de que si hipotéticamente yo tuviera hijos, no dejaría de trabajar por cuestiones prácticas, la gente me hace comentarios como si fuera una desalmada. A mí me parece perfecto que uno tenga libertad de elección en el sentido que crea conveniente, lo que no quita, obviamente, que tenga mi propia opinión. Hay muchísimas cuestiones en las que no me metería ni por asomo y sin embargo tengo mi opinión de por qué yo no lo haría o no me gusta. Y así, todo el mundo, digo yo.

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 17:35

Por eso digo
Qué es mejor, que escoja las muñecas presionada por los anuncios o por su amiguitas del cole o incluso por la familia o que las rechace por la misma presión pero en el sentido inverso?

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 17:47
En respuesta a an0N_796338799z

Yo una vez comentaba con aurembiaix, creo que ya lo he dicho
bueno, ella era en realidad quien me decía sorprendida que veía que en el resto de España la gente tendía mucho más a comprar juguetes en función del sexo y me preguntaba si a mí de pequeña no me pasaba que en mi clase no hubiera tantas diferencias. Yo no sé cómo está la cosa en el resto, sí recuerdo que en mi clase no había muchas diferencias entre los juguetes que llevaban los niños y las niñas. Yo lo que hago cuando mis amigos tienen hijos es comprar juguetes "educativos", no hablo del intelect, sino de estos juguetes que potencian sensaciones, texturas, etc. En Dideco, una tienda que no está demasiado lejos de mi casa, pero que hay por más sitios de España, tienen muy buenos juguetes de ese tipo. Para mí, particularmente para mí, la cuestión para por no comprar cosas que impliquen roles por sexos. Un juego de mesa me parece un juguete ausente de implicaciones sexistas.

En lo que a la segunda parte respecta, te diré mi opinión. Creo que está más penalizada socialmente una mujer que se queda trabajando que una que se queda en casa. Y lo digo casi por experiencia propia, porque aunque aún no la tenga, cuando hablo de que si hipotéticamente yo tuviera hijos, no dejaría de trabajar por cuestiones prácticas, la gente me hace comentarios como si fuera una desalmada. A mí me parece perfecto que uno tenga libertad de elección en el sentido que crea conveniente, lo que no quita, obviamente, que tenga mi propia opinión. Hay muchísimas cuestiones en las que no me metería ni por asomo y sin embargo tengo mi opinión de por qué yo no lo haría o no me gusta. Y así, todo el mundo, digo yo.


Yo también suelo comprar juguetes de los llamados educativos pero tampoco me parece tan terrorífico comprarle una muñeca a una niña ni para rasgarse las vestiduras ni nada. No sé, a mí de pequeña me gustaban las muñecas pero lo normal, básicamente pedía libros porque desde muy pequeña me ha encantado leer. Prefería leer a jugar a las muñecas, jamás me gustó la Barbie pero en cambio tenía un maletín de Pin y Pon con el que me tiraba las horas muertas jugando, me hicieron agujeros en las orejas cuando nací y algún que otro vestido rosa cayó, pero ni me siento traumada ni pienso que esas acciones han definido mi rol como mujer porque ese rol no lo define un vestido ni acabo de ver clara la diferencia de roles entre hombres y mujeres.
Respecto a la segunda parte, no sé en tu entorno, pero en el mío nadie se plantea no trabajar tras un parto. El otro día, el viernes, justamente hablaba con unas amigas. Una siguió currando durante la baja, en teoría estaba de baja pero siempre le caía algún tema que otro. La otra estaba embarazada pero lo perdió pero el caso es que ella decía que mientras estuviera de baja estaría conectada con la oficina a través del ordenador. Yo no conozco a nadie de mi edad ni de mi entorno, a nadie, en serio, que no trabaje teniendo críos.

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 18:08
En respuesta a saroa_8277890


Yo también suelo comprar juguetes de los llamados educativos pero tampoco me parece tan terrorífico comprarle una muñeca a una niña ni para rasgarse las vestiduras ni nada. No sé, a mí de pequeña me gustaban las muñecas pero lo normal, básicamente pedía libros porque desde muy pequeña me ha encantado leer. Prefería leer a jugar a las muñecas, jamás me gustó la Barbie pero en cambio tenía un maletín de Pin y Pon con el que me tiraba las horas muertas jugando, me hicieron agujeros en las orejas cuando nací y algún que otro vestido rosa cayó, pero ni me siento traumada ni pienso que esas acciones han definido mi rol como mujer porque ese rol no lo define un vestido ni acabo de ver clara la diferencia de roles entre hombres y mujeres.
Respecto a la segunda parte, no sé en tu entorno, pero en el mío nadie se plantea no trabajar tras un parto. El otro día, el viernes, justamente hablaba con unas amigas. Una siguió currando durante la baja, en teoría estaba de baja pero siempre le caía algún tema que otro. La otra estaba embarazada pero lo perdió pero el caso es que ella decía que mientras estuviera de baja estaría conectada con la oficina a través del ordenador. Yo no conozco a nadie de mi edad ni de mi entorno, a nadie, en serio, que no trabaje teniendo críos.

No, nadie dice que sea terrorífico
Creo que ni lo he dicho yo ni lo dice el libro en este fragmento. Yo también tuve alguna muñeca, pero lo que más tenía y me gustaban eran los libros, supongo que tener un profesor de literatura en casa influye en pasarse la vida leyendo. También me gustaban bastante los guiñoles, pintar y, un poco más mayor, los juegos de mesa. Las muñecas que tuve, porque tuve, las he tenido más por adorno, porque me podían llegar a gustar, pero luego no me daban juego. Mi juguete más deseado, por estar siempre agotado, fue el Mr Potato, tanto así que con 24 años, mi ex me regaló uno de Star Wars. Por fin tenía mi juguete!!

Yo no me refiero a no trabajar, creo que me expresé un poco mal, sino a no aprovechar la baja. Y también hay una cuestión fundamental. La mayor parte de la gente trabaja porque considera o sabe que no puede prescindir del sueldo, pero he oído a muchos decir que pararían si no supusiera un problema económico o laboral.

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 18:18
En respuesta a an0N_796338799z

No, nadie dice que sea terrorífico
Creo que ni lo he dicho yo ni lo dice el libro en este fragmento. Yo también tuve alguna muñeca, pero lo que más tenía y me gustaban eran los libros, supongo que tener un profesor de literatura en casa influye en pasarse la vida leyendo. También me gustaban bastante los guiñoles, pintar y, un poco más mayor, los juegos de mesa. Las muñecas que tuve, porque tuve, las he tenido más por adorno, porque me podían llegar a gustar, pero luego no me daban juego. Mi juguete más deseado, por estar siempre agotado, fue el Mr Potato, tanto así que con 24 años, mi ex me regaló uno de Star Wars. Por fin tenía mi juguete!!

Yo no me refiero a no trabajar, creo que me expresé un poco mal, sino a no aprovechar la baja. Y también hay una cuestión fundamental. La mayor parte de la gente trabaja porque considera o sabe que no puede prescindir del sueldo, pero he oído a muchos decir que pararían si no supusiera un problema económico o laboral.

No
Pues voy a por el pasamontañas

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 18:18

Bueno, es que hay una diferencia abismal
entre prohibir muñecas (que yo creo que no entra en cabeza humana) y regalar muñeca a las niñas por defecto. Efectivamente, como dices, es más infrecuente, que se regale una muñeca a un niño, sin duda alguna.

Creo que esto, de todas formas, desvía el tema un poco. Porque influir se influye siempre, somos parte de la sociedad. El problema viene cuando se perpetúan ciertas cosas en función del sexo.

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 18:18
En respuesta a saroa_8277890

No
Pues voy a por el pasamontañas

Ups
error
esto no corresponde aquí

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 18:20
En respuesta a an0N_796338799z

No, nadie dice que sea terrorífico
Creo que ni lo he dicho yo ni lo dice el libro en este fragmento. Yo también tuve alguna muñeca, pero lo que más tenía y me gustaban eran los libros, supongo que tener un profesor de literatura en casa influye en pasarse la vida leyendo. También me gustaban bastante los guiñoles, pintar y, un poco más mayor, los juegos de mesa. Las muñecas que tuve, porque tuve, las he tenido más por adorno, porque me podían llegar a gustar, pero luego no me daban juego. Mi juguete más deseado, por estar siempre agotado, fue el Mr Potato, tanto así que con 24 años, mi ex me regaló uno de Star Wars. Por fin tenía mi juguete!!

Yo no me refiero a no trabajar, creo que me expresé un poco mal, sino a no aprovechar la baja. Y también hay una cuestión fundamental. La mayor parte de la gente trabaja porque considera o sabe que no puede prescindir del sueldo, pero he oído a muchos decir que pararían si no supusiera un problema económico o laboral.

Esta es la respuesta, que se me ha ido la pinza
Ya sé que no dices eso pero a veces nos volvemos más papistas que el papa, yo lo he vivido de cerca en un par de ocasiones, del tipo de comprarle una muñeca mi hermana a la hija de un amigo y cuando los padres lo ven quitarle la muñeca y decirle a mi hermana que la próxima vez le consulten lo que le va a comprar a la niña. No, yo a la niña la próxima vez le regalo una mierda pinchá en un palo y tan amigos.
A mí lo que me hacía una ilusión tremenda de pequeña eran las máquinas esas de hacer plastilina, había unas para hacer comiditas, y cosas así. Y nunca tuve porque mi madre no quería porque decía que lo ensuciaría todo

S
saroa_8277890
19/10/10 a las 18:27


Las neuronas...

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 18:31
En respuesta a saroa_8277890

Esta es la respuesta, que se me ha ido la pinza
Ya sé que no dices eso pero a veces nos volvemos más papistas que el papa, yo lo he vivido de cerca en un par de ocasiones, del tipo de comprarle una muñeca mi hermana a la hija de un amigo y cuando los padres lo ven quitarle la muñeca y decirle a mi hermana que la próxima vez le consulten lo que le va a comprar a la niña. No, yo a la niña la próxima vez le regalo una mierda pinchá en un palo y tan amigos.
A mí lo que me hacía una ilusión tremenda de pequeña eran las máquinas esas de hacer plastilina, había unas para hacer comiditas, y cosas así. Y nunca tuve porque mi madre no quería porque decía que lo ensuciaría todo

Antes de irme
no me quedo sin decir que tuve un muñeco compañero, no jugaba en realidad con él, pero me acompañaba a casi todas partes y menudos disgustos me daba si se daba un golpe. Era un Petete (aquel del libro gordo). Todavía está en casa de mis padres, por supuesto, más viejecito que nada, porque tiene 28 años!

Lo que dices se llama mala educación, no papismo . Si a ti no te gusta que tu hija juegue con muñecas estás en tu derecho totalmente, que para eso es tu hija, pero no tienes la poca educación de decirle a quien te la regala que te consulte. Un regalo se agradece SIEMPRE, aunque luego vaya al trastero o al cubo de la basura.

Bona tarda

A
an0N_796338799z
19/10/10 a las 23:23

En parte estoy de acuerdo con una cosa
y es que los niños pasan poco tiempo con los padres. No pienso, al contrario que tú, que el problema venga por el trabajo, para nada. Yo lo que veo es que muchos padres, cuando vuelven del trabajo, no dedican nada de tiempo a sus hijos y prefieren tenerlos plantados delante de la tele.

Y ahí viene el problema que mencionas de la publicidad. ¿Qué hace un niño viendo la tele como la ven algunos? Bajo mi punto de vista habría que ahorrarle semejante trauma a un pobre niño y mantener la tele lo más lejos posible de él. Es el medio por el que más expuestos están a la publicidad (aunque no sólo por eso lo considero pernicioso) porque dudo mucho que un niño se fije (no es el público, desde luego) en una valla publicitaria, por ejemplo.

A
an0N_796338799z
20/10/10 a las 17:07

Jo, pues es curioso
yo ya comenté que mi padre siemrpe era el que se despertaba cuando llorábamos, tanto una como la otra. Y no es por biología ni talento especial, es que él tiene el sueño muy ligero, algo que mi hermana ha heredado. Yo soy más como mi madre en eso, me cuesta coger el sueño (cada vez menos), pero cuando lo consigo no me despierto fácilmente. Y con eso me refiero a que puede haber ruidos sin que me despierte, no a que no oiga el despertador, ni nada de eso.

Por los cuidados, mi madre cuando éramos pequeñas no trabajaba, por eso estaba más con nosotras. Pero desde luego mi padre nos ha cuidado prácticamente tanto como ella (su trabajo es estresante, pero permite estar en casa cierto tiempo, claro).

Yo si tengo hijos, sólo verán DVDs, que es lo que más veo yo. Lo de la tele es cada día más lamentable, hasta en el telediario se nota.

A
an0N_796338799z
20/10/10 a las 17:34

Sé de muchos casos (en mi época, claro)
en que las madres, sin trabajar, pasaban todo el día de sus hijos, los tenían mirando la tele o jugando solos. Las dos horas (de acuerdo que son pocas y por descontado que es irracional tener esos horarios) las puedes aprovechar con una buena intensidad que, al menos, aminore la falta de tiempo. Si no tienes cantidad, escoge la calidad, porque no siempre se puede tener todo.

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